viernes, 29 de enero de 2021

"Vísteme de hierba" (Muchnick Editores, 1996) de Susan Power, fragmento

"- Dime lo peor - le urgí -. Cuéntame los peores recuerdos y te dejarán en paz.

Nunca lo hizo. Argumentaba que lo único que conseguiría sería pasarme las imágenes y las pesadillas, que sería un regalo espantoso y que jamás lo permitiría. Lo máximo que dijo fue que en la guerra sirvió como explorador.

- Los comandantes en jefe siempre hacían que los indios exploraran para ellos. Esto se remontaba a las películas, creo, al último sitio de Custer y todo eso. Nos decían a la cara que nosotros podíamos rastrear como sabuesos y movernos tan silenciosamente que casi nos volveríamos invisibles. Que de tan aguda nuestra vista era sobrenatural. Decían todo esto sin mirar nuestras filas. Lo sacaban de las historias que habían oído. Explorar era lo más peligroso de todo.

Supe que de la docena de indios dakota que habían servido en Corea solo Calvin había regresado. Podía imaginar a los chicos avanzar solos y asustados, pero también orgullosos y decididos a hacer cierto el estereotipo, con la intención de convencerse de que los oficiales habían leído en sus corazones y no hablaban desde la ignorancia sino desde la sabiduría. Me hacía daño pensar que habían muerto solos."

De Vísteme de hierba (Muchnick Editores, 1996) de Susan Power, pág. 228, fantástica novela a la que he llegado a través de Mariano Calvo Haya.

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