lunes, 4 de marzo de 2013

Improvisación oral

¿En Cantabria improvisación oral? Sí, y no muy diferente, además, del bertsolarismo vasco (el tradicional, no las evoluciones actuales), las regueifas gallegas o los trovos alpujarreños. Perseguía la ofensa, el pique (como en la Ilíada). Era frecuente que la emplearan vecinos de pueblos diferentes para provocarse y que lo hicieran de forma colectiva, no a título individual ni entre vecinos de un mismo pueblo (éstos disponían de mecanismos más discretos para dirimir sus diferencias sin poner en riesgo la estabilidad de la comunidad). Las vecinas de San Sebastián de Garabandal, me cuentan, incluída mi abuela, defendían la propiedad de un monte frente a las vecinas del pueblo de al lado mediante versos improvisados. Unas en un pernal y otras en el de enfrente, diciéndose de todo a grito pelado. Teniendo en cuenta que las bastianas casi matan de una paliza a la mujer que subía a vender quesos al pueblo porque creían que hacía ojitos a sus hombres, no me las quiero imaginar defendiendo en bloque un monte. Temibles. Las improvisaciones se empezaban a armar al revés de como se decían, es decir, del final al principio. Ésto era así porque lo importante, el aguijón estaba al final y es por aquí por donde se empezaba a componer. Todo lo que precedía a este golpe de efecto final podía no ser estrictamente improvisado, podía ser una fórmula dada, podía ser un fragmento reciclado para la ocasión. El bertsolarismo hace lo mismo.

A día de hoy nuestra improvisación está relegada a las bodas. Yo mismo lo he presenciado, siendo crío, en una boda bastiana, hombres contra mujeres. Fue bastante impresionante, he de decir. Hay testimonios escritos en multitud de obras; en los textos de Pedro Madrid, que ahora recuerde. Cossío publicó un librito con improvisaciones de un vecino purriego. Bien podía hacerse con una copia la Biblioteca Central de Cantabria o la Municipal de Santander (la primera porque le toca y la segunda por vocación). Yo mismo se la puedo facilitar, en soporte electrónico, aunque con identificación de la biblioteca del CSIC que me la hizo llegar a mí.

En conclusión, nuestra improvisación oral está a la altura de cualquier otra. Nosotros, no. Nuestra improvisación oral puede dar de sí lo que se precise de ella, lo que se le pida, pero nosotros no lo haremos nunca. Estamos dilapidando una vez más nuestra herencia. Tanto para tan poco.

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