martes, 24 de junio de 2014

El paredón del claustro de la catedral, toponimia urbana, Madrazo en la Fundación Botín y las vanguardias en el MAS, corazones y palos y un fragmento del libro Los Países de Pedro G. Romero

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Se conserva un límite de la antigua ciudad cayendo del claustro de la catedral hacia la bahía, a sur, un paredón con infinidad de agujeros que imagino sean de antiguos andamios (antes los agujeros que la propia pared que los contiene, si lo pensáis bien). En estos agujeros anidan los gorriones. En época (marzo nialarzo, abril hueveril, mayo pajarayo) es precioso: se les oye piar, los pájaros entran y salen con comida en el pico, asoman vigilantes, se les ve por el suelo, caídos, intentando remontar el vuelo, los padres animando desde los agujeros. La calle está en obras. Se ha abierto una zanja. Está todo sumido en una polvareda. Los pájaros caen. Los agujeros vacíos.

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La travesía del Cubo, en Santander, que imagino algo tendrá que ver con la antigua muralla (corre el rumor de que durante las obras que se acometieron en el Coliseum para convertirlo en hotel aparecieron restos de la muralla que rápidamente taparon con hormigón), ha pasado a ser Calle Luis Hoyos Sainz, antropólogo. Una falta de respeto más que sumar a La Gándara > Avda. de Europa, L´Alta > General Dávila, Calleja Arna > Capitán Palacios, Martillu > Saiz de Sautuola, Cuesta Las Viudas, Cuesta las Cadenas, etc.

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Raquel y yo en la expo de la Fundación Botín. Es de Madrazo, pintor santanderino que importó el neoclasicismo a España desde Italia. Muy bonito todo: muchas columnas, muchos musculitos, batallas campales, héroes muriendo en escabeles con el brazo cayendo lánguido, una pluma apenas sostenida en la mano, caballeros a caballo, trapitos con ondas de viento nordeste, algún que otro paisaje (éstos sí) interesantes, etc. A pesar de la distancia (más mental que cronológica, si cabe) valoramos lo que vemos en su contexto: una élite que vuelve la mirada al mundo clásico en busca de sustento para un mundo, el suyo, el del Antiguo Régimen, que se está viendo amenazado por el avance de la burguesía. La obra de Madrazo, de interés objetivamente limitado (quizá hoy un caricaturista más en la Plaza Mayor de Madrid), su obra, decía, como excusa para contar los albores de un mundo nuevo, el contemporáneo, el nuestro, desde el lado de los que fueron derrotados por el futuro. Podría ser interesante. Pero no.

Raquel y yo podemos estar conformes con las cosas (no llaman nuestra atención per se aunque reconocemos en ellas un potencial explicativo interesante) pero no con el modo como la Fundación Botín las ha hecho encajar para esta expo. Y es que, tal y como lo ha hecho, nos obligan a adoptar la escala de valores de aquella época. De las élites de aquella época, mejor dicho, como si no hubiera pasado la guillotina de 1789 por ellos. La expo no explica el contexto, muy al contrario, le da continuidad, lo pronlonga, nos lo hace sentir, pero sin avisarnos, operando desde los sentimientos, entrando en nosotros por la puerta trasera (o intentándolo, al menos). El contexto es una inferencia: si quieres que te guste lo que ves, y quieres (porque todo trabaja para que sea así), tienes que mirar, que experimentar desde unas determinadas coordenadas... que luego, a poco que te descuides, te vas a llevar puestas a casa. Son las élites, que te cargan dentro sus coordenadas, mejor dicho, las que tienen preparadas para tí, que no eres como ellos (ellos están arriba porque son mejores, creen y te hacen creer a poco que te dejes). Es una expo que ayuda a que mentalmente todo encaje de acuerdo con su mundo.

Pero se les ha echado el tiempo encima, a los de la Fundación Botín. Ya no cuajan planteamientos como los que subyacen en esta expo. Por eso es una expo rancia. Si al menos sirviera para explicar conflictos actuales (ya que no el fin de la nobleza a manos de la burguesía, ya que no el parto del mundo contemporáneo), tal y como hemos intentado líneas atrás (mirad, eso que nos deben a Raquel y a mí, el haber intentado insuflar vida a una expo inane), ni tan mal. Pero es que no, ni aunque lo intentemos, es que ni eso. Es una expo que no da de sí.

Ahora la forma que tienen las élites de armar un todo que les pertenezca es hacer ver que todo cabe dentro, incluido lo que está expresamente en contra (por ejemplo, la inclusión de una frase del Che Guevara en la película 300, aunque sin citarle, claro). No se trata de imponer un punto de vista, como ha intentado la Fundación Botín (priorizar desde arriba es un ejercicio próximo a la imposición), sino hacernos creer que no hay puntos de vista (silencio) o de que hay tantos que para qué (ruido) mientras hacen pasar el suyo, su punto de vista, por una realidad neutral (un punto de vista totalizador, el suyo). Ejemplo: la expo de Lafuente programada para este verano en el MAS, una expo sobre vanguardias históricas / neovanguardias. ¿Qué puedo aprender de esta expo? ¿Cómo desactivar la disidencia, cómo diluirla en un discurso que todo lo sume (porque lo es todo)? No, no solo. También puedo aprender con esta expo del MAS, programada para el verano (el verano de la regata del alcalde, de la inauguración del Centro Botín, de la reapertura de los "nuevos" Jardines de Pereda, etc.), puedo aprender, decía, quién controla este discurso, quién es ahora el que lo produce y orienta, quién el que manda. Para eso esta expo, la de Lafuente. Y por eso es que tampoco nos va a gustar.

(4)

Una vecina en la caja del DIA: "madre mía, con los cogollos". No hacemos mucho caso. Está terminando de guardar sus cosas en el carrito mientras nosotros empezamos a recibir las nuestras. Insiste: "tanto corazón, al final vamos a comernos los palos".

(5)

"- Yo pensaba de forma idealista: la ciudad blanca, los templos, las estatuas, los ciudadanos con sus túnicas...
- ¿Y qué pasó?
- Unos amigos de mis padres trajeron de Grecia un librito de ésos turísticos, la Acrópolis antes y después, con un celofán de colores que se superponía a las ilustraciones de las ruinas. Lo que era un paisaje marmóreo, blanco y pétreo acababa convertido en una estampa cubierta de colorinchi, un paisaje kitsch que me pareció entonces absolutamente abominable, una cosa fea, muy fea.
- ¿Y las estatuas?
- El discóbolo, por ejemplo, un pelo amarillo, los ojos celestes, la piel rosácea, una estética de bar gay moderno, en plan camp...
- Vaya, la cumbre del mal gusto, ¿no?
- Sí, toda esa estética de las vacas de colores, los artistas seudowarholianos, de verdad, para mí un mundo inhabitable.
- Menuda decepción.
- Y los filósofos, sus túnicas eran marrones, rojizas, mantas raídas en muchos casos...
- Pero si toda la cultura de Occidente se sostiene en esa imagen de la ciudad blanca...
- Pues ya ves... Aunque creo que aprendí mucho, ¡eh! Es importante aprender pronto que lo que ves esconde algo. La falsificación inherente a las imágenes, y más aún cuando esas imágenes se te presentan como un entorno idílico. Aprender a mirar, en definitiva.
- Pero debe de doler mirar siempre como si tuvieses cataratas, teniendo que pensar que, aparte de lo que el ojo ve, has de ver otra cosa. Cuando menos es esquizofrénico.
- Sí, y no necesitas gafas...
- Una especie de ojo político, un ojo de cristal, extraño.
- Político, si te refieres a ese mirar la ciudad, aunque tiene algo de monstruoso, algo de rayos x en los ojos, siempre viendo monstruos.
- Efectivamente. No es fácil el aprendizaje. Por otro lado, acaba siendo un trabajo como otro cualquiera. Un trabajo del ojo. Se hace insoportable a veces, pero te educa el ojo. Vaya, eso es educación. Es difícil dejarte engañar. Es más, cuando te mueven un trapo delante de los ojos, cuando quieren que te fijes en una cosa concreta, eso se llama engaño. Como con los toros, con los perros, el engaño..."

Tomado de ROMERO, Pedro G.: Los países. Periférica, 2013. pp. 83-85.

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