sábado, 2 de junio de 2018

(trans)Centro Botín

No quiero parecer hipócrita, porque no creo serlo, pero ahora que está en marcha me gustaría que el Centro Botín funcionara. Y para ello hay que introducir irremediablemente correcciones.

Que el hermano del presidente de la fundación ceda su colección, supongo que harto de tanto conflicto provocado por él mismo, rompe con el planteamiento inicial del centro. Nadie necesita una colección nacida de la especulación por muy importantes que sean las obras que la componen, una colección, por otra parte, muy reducida, minúscula. Nadie que se mueva dentro de las coordenadas tradicionales, quiero decir. Es precisamente de lo que huyó de forma muy inteligente José María Lafuente con su archivo: no compensa entrar en la batallita de a ver quién tiene más picassos, porque siempre va a haber alguien que tenga más que tú. Apurando, he visto tantos cuadros potentes en el cuarto de baño de Manuel Arce como hay en la colección de Jaime Botín.

En mi opinión, esta colección debería aprovecharse para explorar nuevas formas de socialización del arte: que a través del cuadro de Picasso donado a la Fundación Botín, por ejemplo, se pueda "entrar" en toda su obra, y aprender. Esto si realmente creemos que Picasso tiene algo que decir y no lo reducimos (a él y a todo) a mera fuente de inversión. Cada cuadro, correctamente situado (en beneficio neto de la sociedad) sería un brocal abierto a la obra del autor, época, relaciones, etc.

Y más, los dispositivos deberían ser acumulativos, es decir, no hacer una primera inversión y luego dejar que la propuesta languidezca, sino ir ircorporando las novedades conforme vayan apareciendo en el mercado, o incluso a medida que la fundación oriente su producción. El conjunto se podría interpretar como un "laboratorio" de dispositivos de futuro.

Siendo así, que la colección sea de pocos cuadros sería no una forma como otra cualquiera de quedar mal, sino una oportunidad. Que sean otros quienes tengan sus almacenes llenos. Nosotros, desde aquí, podríamos funcionar como sus puertas de acceso.

Tejedores de hilos argumentales.

Los que fijan las coordenadas.

El Museo de la Evolución de Burgos es interesantísimo sobre todo por su discurso, que llega incluso a ensombrecer las piezas que expone, a pesar de ser éstas de primer nivel. Es un buen ejemplo.

El otro problema práctico claro lo representa la cubierta del edificio. Se veía venir, pero ya da lo mismo. No se trata de un fracaso. Solo en la medida en que se venda la solución primera del arquitecto, fallida, como definitiva, como infalible. No, no es infalible, y probado está. El capitalismo de última generación (lo lleva siendo, último, es decir, contemporáneo, desde hace muchas generaciones) tiende a creer que la naturaleza es imperfecta, tiende a corregirla, infructuosamente. Hora es de darse cuenta y no seguir insistiendo. Sin necesidad de salir de Santander hay muchos ejemplos de negociación positiva con el entorno. Así, todavía se pueden ver, se pueden apreciar (en sentido literal) fachadas y hastiales de madera (C/ San Simón), zinc (C/ Floranes, enfrente del Lupa), teja (en infinitas casas con hastiales orientados a gallego), de mármol (cerca de Ciriego), de piedra (C/ Juego de la Pelota)... En este blog hemos puesto ejemplos de casi todo, me parece. El Centro Botín no tiene por qué ser diferente: ni infalible ni situado al margen de la negociación con la naturaleza. Debe emprender una reflexión que conduzca a una solución inteligente, la que sea. Se me ocurre que si el problema son los cambios de temperatura quizá se pueda aplicar un sistema que mantenga la superficie a temperatura estable, prolongando la noción de superficie a lo que está en contacto con ella. Pero reconozco que no sé.

No es ésta la primera vez que critico el centro. Tampoco la primera que propongo alternativas. En 2014 escribía: "Lo que más me importa es quién es él, Botín, para decidir si una cosa u otra, si boj u ortiga, si en alto para que se vea la bahía (esta solución tan cutre no se le ocurre ni a un estudiante de primero de Arquitectura) o para alcanzar la altura de las copas de los árboles (es una pena que esta idea, comparativamente más potente que la anterior, no se le haya ocurrido al arquitecto), etc., es ésto lo preocupante, quién es él para decidir nada (acertada o equivocadamente) sin contar siquiera con nuestro Alcalde, que por lejos que esté de mí no deja de representarme." Hoy, la propia fundación explica que el centro se halla "situado en voladizo sobre el mar, el edificio no toca tierra, está suspendido sobre pilares y columnas a la altura de las copas de los árboles de los Jardines de Pereda." No es hipocresía. Es, simplemente, que una cosa no quita a la otra.

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