jueves, 14 de marzo de 2019

Llamémoslo suicidio

En Sopeña de Cabuérniga, enfrente de la casa de Los Cárabes, una de las familias más potentes del valle (el cabeza de familia se enterró en el suelo del cementerio de Terán, al pie del camino, "para que le pisaran de muerto los que no pudieron hacerlo de vivo"), había dos o no recuerdo si tres árboles espigados, no sé cuáles, imagino que abedules, así que no sé si espigados por haber sido esgandiaos durante años o porque son así, árboles que tengo para mí que incluso aparecen en Dolor de tierra verde, novela póstuma de Manuel Llano, en el capítulo del cadáver entre las hojas, a los que hace no mucho encontré con un corte todo alrededor del tronco que me explicaron se practica para impedir la circulación de la savia, provocando así la muerte del árbol. Que es como cortarle el cuello. Acabaron talándolos. Hoy aparcan tres coches, los de los vecinos.

En nuestra visita del otro día a Ruyemas (Vega de Pas) encontramos un árbol con marcas de haber sido víctima de esta misma práctica.



Se trata de un árbol de cabaña. La cabaña de este árbol está en ruinas.



No se puede imaginar estampa más triste: el abandono de la cabaña, el corte en el árbol para dejarle morir.

Y luego el incendio del monte todo.



Llamémoslo suicidio.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Ese es el escenario que pienso dejará detrás el "cojonudismo" de las administraciones (y sus colaboracionistas). Todo el mundo es a dar lecciones y buscar la vuelta más negativa, muy pocos a intentar comprender. Es por eso que digo... dulce pequeña victoria moral algunas de las intervenciones de esta mujer, Carracedo.

Tabla rasa.

PD1: los romanos describieron la locura suicida del Medulio, a la que se ha mitificado por algunos de forma absurda en tiempos modernos.

PD2: el pequeño corocotilla con bigotes no dudará en pactar con augusto si eso le ayuda a conseguir los honores de "princeps cantabrorum"... lo más vergonzoso que he visto en mucho tiempo han sido sus invitaciones a la delación entre paisanos, demancial.

Raúl Molleda García dijo...

El suterráu al que aludes es «Don Avencio»?

Anónimo dijo...



Si en vez de el monte fuera un contenedor de basura en la ciudad verías la delación como un deber cívico, pero como es el monte parece que ahí se puede hacer lo que a los ganaderos les de la gana. Provocar incendios es ilegal y debe tener consecuencias penales. Si no gusta la ley que se luche para cambiarla (o se deje de votar a los mismos caciques de siempre).

Anónimo dijo...

Por supuesto, anónimo. La ley está para cumplirse para todo y para todos, no según el gusto, conveniencia o ideas de cada cual. Lo contrario da lugar al caos, la anarquía y el descontrol.

En cuestión legal lo que dices es impepinable. De ahí que me guste tanto la línea de Carracedo. Es un principio para que los legisladores reconsideren la situación actual.

Serrón dijo...

Buen artículo de Raúl, "Gestión", aquí:
https://www.eldiariocantabria.es/opinion/raul-molleda/gestion/20190314173259058097.html

Si hubiera ganas de debate mejor en la fuente original. No lo digo por mí, sino por propiciar movimiento (lecturas) en un medio digital que ha dado cancha al cántabro.

Raúl Molleda García dijo...

No es tan buen artículo, viene a ser un desahogo urgente con cinismo punk. Muchas veces me cuesta expresar lo que siento; digamos que el curso de los acontecimientos en esta sociedad me parece catastrófico, y en el caso de los incendios más. No hay sociedad, no hay entendimiento, no hay plan, no hay modelo, y no pinta que vaya a haberlo. A veces digo que está el ganáu a la balda, pero es que el rural, el urbano, los políticos y el territorio también lo están. Es descorazonador.

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