Además, hacía malísimo.
Estaba en un pastizal de altura abandonado cuando me encuentro a dos adolescentes en sudadera, con palu y uno de ellos ocupando la otra mano con una lata de refresco de la que bebía a sorbos mientras respondían a mis preguntas: que si sabían el porqué se llamaba aquel lugar como se llamaba, que si las vacas que asomaban como aparecidos eran suyas, y ellos a todo que no: y qué hacéis aquí, finalmente yo, la intriga afilándome la vista que los años me han ido cansando, tratando de enfocar a aquellos dos chicos allí, la nada a ratos cubierta por la niebla, nada sobre nada, a lo que respondieron que iban a la nieve, sencillamente, señalando con la lata arriba y aprovechando el movimiento de la mano para marchar.
Era domingo por la tarde y hacía malísimo.
No conseguí adivinar en todo el día el porqué, el nombre de aquel lugar.
La nieve se deshace al sol porque el sol, porque la nieve.
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