domingo, 1 de febrero de 2015

En el bus

El otro día fui a la Oficina de Patentes y Marcas que está en Delegación de Gobierno, enfrente de Correos. Hice el viaje de ida y vuelta en autobús para ahorrar tiempo, porque solo abre por las mañanas y yo por las mañanas tengo que procurar estar en mi puesto de trabajo, por mucho que las obligaciones asociadas a mi puesto me obliguen a desplazarme a menudo, como es el caso. Además, llovía.

De vuelta sube a la altura de Jesús de Monasterio una chica que anda diciendo a quien la quiera oír, o sea, a todos los que vamos en el autobús, qué remedio, que antes de dar hay que saber para qué. Un señor ya mayor que sube detrás contesta que hay que dar cuando alguien lo necesita y uno puede, sin necesidad de saber más. La otra responde que sí, ya, pero que ella no da dinero para droga. Salta entonces un chico que está un poco más atrás y que me había pasado desapercibido hasta entonces, claro, a cuento de qué me iba a fijar en él, ni en él ni en nadie, que él no se droga. La chica hace caso omiso del chico y se dirige al señor, al que dice que tenga cuidado, no se lo tenga que acabar llevando a casa, en referencia al chico, a lo que el señor responde que si se lo tiene que llevar, lo hace encantado.

Señor paternalista.

Votante del PP.

Víctima.

Curioso (este personaje del vodevil soy yo).

La chica es deglutida por el bus.

A ella le corresponde el papel de votante del PP.

Alguien cede su sitio al señor. Es uno de esos que son un poco más anchos de lo normal no sé muy bien por qué. El chico se le arrima. Lo hace como quien busca calor. Pero queda medio afuera. Me pongo detrás.

Ya dije que el personaje curioso soy yo.

El chico le musita al señor: ¿no podría echarse un poco más allá, buen hombre? Es que no quepo.

La víctima.

No tarda en pedirle un poco más de dinero. Es que con esto solo me da para un poco de queso. Y enseña algo en la mano que no veo. El señor, notablemente incómodo, abre despectivo el periódico por donde presumo lo había dejado al subir al bus. El artículo que se pone a leer, o finge hacerlo, trata sobre la polarización de la sociedad española entre pobres y ricos. Quizá lo hayáis leído. Lo publicó hace unos días El País.

El señor es el del papel que quedaba, el de señor paternalista.

No me importa nada ya nada me importa. Dice el chico. Repite una y otra vez que no le importa nada ya nada le importa.

Recuerdo la primera vez que volé. Desde arriba las nubes se veían bonitas.

Llega mi parada. Me bajo. Hace criminal. Echo a correr.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si leía El País, el votante del PP era el señor, seguro. Si al chico ya nada le importaba, era votante del PSOE, seguro. Y la chica, seguro, de Podemos.

Serrón dijo...

Aclaro que no existe la Oficina de Patentes y Marcas en Cantabria. Delegación de Gobierno tiene a un par de auxiliares para asesorar al interesado, muy agradables, por cierto, pero no existe oficina como tal. Hay que irse a Madrid. Tampoco contamos con agentes de la propiedad industrial. El más cercano está en Bilbao. Somos los únicos en España que no tenemos ni oficina ni agentes.

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