martes, 10 de marzo de 2015

Las escaleras de caracol del Nansa, las portaladas de Ubiarco y yo

Ha organizado el Archivo Histórico Provincial una exposición sobre arquitectura que no está nada mal. En paralelo, un ciclo de conferencias. La última, creo, impartida por el profesor Aramburu-Zabala y dedicada a planos de arquitectura en el archivo, que se ha celebrado el otro día. El Catedrático de Historia del Arte de la UC defendía que la arquitectura sin arquitectos no existe. Esgrimió planos de cabañas pasiegas y otras tipologías consideradas hoy tradicionales a su favor.

Ni le quito ni le pongo razón.

Entre otras cosas porque yo no asistí. Me lo han contado.

En el Nansa había a finales del XIX un paisano que hizo muchas de las casas que hoy consideramos montañesas canónicas de última etapa (el desarrollismo que sucedió al frenazo en seco de la Guerra Civil creo que no se puede considerar última etapa de nada, ni a los azulejos en la fachada ni a los porches ni a las galerías con cristales de caramelo que trajo consigo, sino primera de otra cosa, lo cual también tiene su valor, aunque quizá sí podría tratarse de una etapa más dentro de una concepción de la arquitectura tradicional distinta en la que primara el reciclaje de elementos, el recurrir a lo próximo, que en estos tiempos nuestros es sinónimo de barato, una concepción de la arquitectura tradicional que reclamaría para sí otro adjetivo que no fuera tradicional, pero todavía no sabemos cuál). Este paisano inventó la escalera de caracol como solución frente al problema que planteaba subir al soberáu o a la sala o al correor con cosas a la cabeza, que es como cargaban las mujeres, a la cabeza por tener ellas, se creía entre nosotros, el cuello más duro que el de los hombres, subir, por ejemplo, un cesto de panojas. La escalera de caracol que inventó, y yo estoy con los que creen que efectivamente lo hizo, solucionaba este problema. Que suban con el cesto en la mano, se podría argüir. Sí, pero es que hacerlo a la cabeza era alcanzar la perfección. Recordemos que existe una palabra para el equilibrio de la mujer cargando a la cabeza: tener tarmeñu (no he descifrado su etimología). Si existe es porque es importante. El tarmeñu se tiene o no se tiene. Es una lástima tenerlo y verte obligada a coger el cesto con la mano al llegar a casa. Es comprensible que este señor se devanara los sesos buscando una solución. Buscando la perfección. Que encontró. Muchas casas del Nansa son suyas. A la entrada de Carmona hay una, junto a la bolera. Por cierto que Manuel Llano pasó en esta casa algún verano.

Si ponemos en cuestión la noción de arquitectura tradicional también habrá que cuestionar la noción de arquitectura culta, digo yo.

No digo que el arquitecto del Nansa (o nansu, ese gentilicio tan bonito recuperado aquí gracias a Apa) inventara la escalera de caracol en términos absolutos. Obviamente, existía de antes. Puede que incluso este nansu supiera de las escaleras de caracol por algún libro, por la prensa, por algún recorte, no sé, que le hubieran llegado las escaleras de caracol por alguna de las innumerables vías abiertas en el mil novecientos, lo que no sería óbice para que, qué menos, su apropiación de la escalera de caracol, esa adaptación a sus coordenadas vitales, a su inmediatez, sea magnífica. De todas formas, yo prefiero apostar por un hallazgo propio. Tened en cuenta que estamos hablando de un señor que además de la escalera de caracol dicen que inventó la máquina de movimiento continuo... hasta que se paró y dejó de ser la máquina de movimiento continuo. Este hombre tenía que ser un genio, obligado.

¿Es la portalada del s. XVI localizada en Ubiarco y que hemos puesto aquí en una entrada anterior fruto de una temprana influencia renacentista italiana? Podría ser. Pero lo dudo. Lo dudo primero por cuestión cronológica. Y segundo y sobre todo porque esta portalada se explica perfectamente a partir de claves internas. ¿Para qué un "arquitecto" AND "culto" AND "renacentista" AND "italiano"? La portalada de Ubiarco se explica perfectamente a partir de un esquinal que sostiene un portal que acompaña el recrecimiento de una casa cuando menos gótica. En esta casa de Ubiarco todo es consecuencia lógica de lo anterior (hasta que llegamos a un punto cero que no hemos sabido todavía remontar). Siendo lógico, no sé por qué solo puede serlo en la Italia renacentista y en el resto, influencia o imitación.

Ojo, que no digo que de Ubiarco, al mundo. Las portaladas no nacieron en Ubiarco. Pero así como la escalera de caracol es probable naciera en Puentenansa cuatro siglos después de haberlo hecho en Italia, a lo mejor las portaladas también nacieron un siglo antes que en Italia, o a la par, lo que no quiere decir que la portalada italiana proceda de la portalada, o portaladas, de Ubiarco. Quizá en este caso sí quepa hablar de un caldo de cultivo común, el Renacimiento. Que tampoco es que naciera en Ubiarco, ni que el Renacimiento tenga por bandera a las portaladas. Simplemente que hay conexiones y que no siempre éstas son de arriba a abajo. O que incluso nuestros arriba y abajo no son los mismos que los de hace cinco siglos. O que incluso, qué narices, no hay necesariamente conexiones y lo que ocurre es que aparecen los mismos elementos en puntos distantes al mismo tiempo (caso de las portaladas) o incluso en puntos distantes y en épocas diferentes (caso de las escaleras de caracol).

Y ojo también porque a poco que escarbéis descubriréis el discurso que subyace en lo que escribo y que ni yo mismo puedo evitar. A nadie escapa que sin querer me posiciono abajo, al lado de la arquitectura popular, en este caso (en oposición a la arquitectura culta, que ocupa lo que está arriba o que es directamente lo que está arriba, porque siempre que hay un abajo tiene que haber obligadamente un arriba). De hecho, la frase inmediatamente anterior me retrata bastante bien porque doy por hecho que existe "abajo", lo que quiera que eso signifique para mí (que ni yo mismo lo sé) y que yo escribo desde ahí, "desde abajo", y además "sin querer", como si perteneciera a ello, o ello a mí, que es ya lo que faltaba. Esta carga que arrastro conmigo seguro que ha condicionado mi opinión sobre las portaladas de Ubiarco y sobre las escaleras de caracol nansas. Cuidado, entonces. No iba a pasar nada si las portaladas de Ubiarco o si las escaleras de caracol del Nansa procedieran de Italia, sobre todo si sabemos, como sabemos, porque es evidente, que responden a una lógica interna que, a mí al menos, es lo que realmente me importa: esa lógica interna, no el ADN de sus distintos componentes. ¿Y por qué es esto lo que me preocupa? Pues porque encontrar la lógica interna de aquello a lo que creo pertenecer no deja de ser una forma de saber lo que soy. O de saber quién soy, que es otra forma de decirlo o de decirme. Pero, ¿y si aquello a lo que creo pertenecer no existiera? ¿Y si existiendo yo no perteneciera a ello? ¿Y si existiera solo si yo creyera pertenecer a ello? ¿Y si no?

5 comentarios:

Serrón dijo...

A toro pasado, cuando es más fácil todo:

Las casas llanas entre nosotros se llaman bajas. No se ha de desdeñar la relación entre una mujer "con tarmeñu", con el orgullo que eso supone, y una casa recrecida (o que el propietario se puede permitir recrecer).

La arquitectura renacentista habla de "centralidad". Nosotros podemos hablar de "equilibrio", de "verticalidad" y también, por qué no, de "centralidad", todo eso y más implica "tener tarmeñu".

Que nuestro arquitecto popular se preocupe de meter en casa a una mujer con un bulto a la cabeza es algo a considerar.

Anónimo dijo...

No entiendo el concepto de 'lógica interna'. Supongo que implica la existencia de algo que podríamos llamar 'lógica externa', y que ambas pueden ser definidas como entidades separadas. ¿Me lo puedes explicar, por favor?

Serrón dijo...

En este contexto concreto, lógica interna significa que por mucho que la portalada responda formalmente a parámetros renacentistas, internamente se explica desde un "esquinal" que cierra un "portal" que resulta del recrecimiento de una casa (anterior al Renacimiento) que aprovecha probablemente el espacio del "soberáu" para levantar la cabeza. Incluso se podría especular con que el paisano que abrió esta portalada tenía cargado en la cabeza el "esquinal" súper desarrollado que encontramos también en la zona como sistema de defensa frente al viento marino. Como es lógico, todo está abierto a todo. Así, la casa aumenta de talla no por nada, sino en respuesta a la recepción del maíz, que descuadra los espacios previos destinados a cereal (tomados de la "mies"), caso del "soberáu", que es repensando como segunda planta (llevando el "soberáu" un poco más arriba que antes), y llegando incluso a eliminar otros, caso del "hórriu" (en mi opinión), además de generar otros nuevos como el "correor", aunque éste tenga más de exhibición, más de demostración de poderío (guía que seguirá en una segunda fase, si no ya desde el principio, la portalada, reclamando la mirada del viajero, colocando escudos, las armas familiares bien a la vista), que de secadero.

Es todo una cuestión de abordaje. Como dice un amigo, todo es política (circunstancia de la que prevengo en el último párrafo de esta entrada). Yo prefiero abordar la arquitectura montañesa (o de mi casa) desde dentro, intentando evitar caer en la falacia de autoridad (porque de caer en ella acabaría convirtiendo este blog en una casa de citas de latinos, griegos y otras gentes de mala vida). Si me lo puede explicar un paisano, ¿cuál es el motivo por el que deba gastar una conferencia internacional y preguntárselo a un rico italiano o alemán?

Serrón dijo...

Lo digo con el hambre asomando por la boca:

Tiene mucho más interés el equilibro que guarda una mujer cargada a la cabeza, y todavía más el valor que le concedemos, que todo lo demás.

Eso es lógica interna.

Serrón dijo...

¿Os imagináis que "tarmeñu" tuviera la misma etimología que, por ejemplo, el montañés "tarreña" (tipo de recipiente parecido a un "bol" hecho de barro cocido) o el castellano "tierra"? Sería una maravilla.

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