El otro día estuvimos tomando una caña con Molleda y Lezaola en el Rubicón y debatimos sobre un tema que ha vuelto a salir como comentario en la entrada "Patriotismo". Iba a responder con otro comentario, pero como sale largo lo pongo como entrada, para que quepa y se lea mejor.
En mi entorno laboral priman los artículos frente a los libros como vehículos de la ciencia porque se considera que el propio proceso editorial que afecta a estos últimos (corrección de galeradas, maquetación, etc.) hace que la información que trasladan llegue tarde al receptor, tarde respecto a necesidades perentorias.
Pero resulta que están apareciendo herramientas que están desarrollando las potencialidades de los libros aprovechando el cambio de paradigma que supuso la medicina basada en la evidencia y solidariamente la pirámide de haynes como esquema de clasificación de fuentes.
Las revistas hace mucho que cruzaron el Rubicón y que no se entienden si no electrónicas que faciliten acceso inmediato, incluso en formatos previos al definitivo, búsqueda dentro del cuerpo de texto, masa de datos para minería, etc., a diferencia de los libros, petrificados en las estanterías de las bibliotecas.
Pero no es porque los libros sean peores. Es porque los libros no habían cruzado el Rubicón.
Elige, o revista desarrollada en sus potencialidades o libros petrificados; o revistas desde el ordenador, cómodamente desde casa, con funcionalidades que facilitan al máximo su explotación, o en caso contrario vete a la biblioteca, busca el libro, siéntate bajo el flexo, no subrayes que lo ensucias, etc. Fácil elección.
Las herramientas de última generación ofrecen acceso a la última edición del libro de forma inmediata, trabajan con capítulos de los que extraen automáticamente índices, también resúmenes automáticos, búsqueda interna, etc. Resultado: cuando a los libros se les da la oportunidad, y dársela es desarrollarlos en sus potencialidades, lo mismo que se hizo antes con las revistas, en otras palabras, cuando cruzan el Rubicón, los libros vuelven a tener éxito. Yo mismo lo he comprobado.
Con el mundo rural y urbano (si es que no son dos formas de decir lo mismo) pasa igual: no se puede pedir a la gente que decida entre mundo urbano desarrollado como tal o mundo rural sin desarrollar o desarrollado en clave urbana.
El mundo rural se tiene que desarrollar como lo que es, lo cual no excluye ni mucho menos la luz, el agua, las comunicaciones, etc.
Que un pasiego, por ejemplo, por el mero hecho de serlo tenga que aguantar no tener algo tan cotidiano como cobertura para su móvil, no digo ya luz, agua o carreteras, es injusto. Los pasiegos, uno de los últimos pueblos trashumantes de Europa, representan un reto para la administración. Pero es ésta la que se tiene que adaptar a ellos, no al revés. Es la administración quien, por ejemplo, tiene que facilitar la educación de los niños de esas familias que practican la muda y no los pasiegos quienes tengan que asentarse en los cascos si quieren que sus hijos reciban educación. La administración no tiene que coartar, tiene que facilitar. Y luego, en igualdad de condiciones, entonces sí, que los pasiegos decidan si quieren seguir siendo trashumantes o si prefieren bajar a los cascos.
Hay que diferenciar entre necesidades y satisfactores. Los satisfactores urbanos y rurales son o pueden ser diferentes. Pero las necesidades son en todo caso las mismas: es a estas a las que hay que atender, lo primero. Y hoy en los pueblos cántabros no se está haciendo.
Insisto en que si cae un argayu que aísla a todo un valle hay que encontrar una solución inmediata. Si no hay cobertura, la tiene que haber. Si no hay transporte público, lo tiene que haber. Esto es básico. Y una vez satisfechas las necesidades básicas toca pensar cómo facilitar la atracción de empresas que desarrollen aplicaciones informáticas dedicadas al sector agroalimentario (que las hay, y las hay en Cantabria), por ejemplo; es entonces cuando estaremos hablando de igual a igual y cuando la gente podrá decidir libremente, pero no antes; antes podremos hablar de obligaciones pero no de decisiones.
jueves, 21 de febrero de 2019
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1 comentario:
Por abundar yo también en mi insistencia («pienso, luego insisto», solía decir Carmina): Un argayu como el que ha habido es toda una razón de fuerza mayor. Reparar la via de forma efectiva va a llevar un tiempo. De forma chapucera llevaría más tiempo, porque andar arreglàndola a los cuatro días va a ser peor.
Ahora bien, ese argayu se estorrega hace 100 años y el aislamiento habría sido muchísimo menor.
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