sábado, 2 de mayo de 2020

Primer día de alivio

Oímos un ruido persistente que no sabemos de dónde procede.

No somos los únicos.

Hemos bajado los plomos, cerrado la llave del agua. Otros también lo han hecho. No parece que seamos ninguno de nosotros.

Hemos apagado las luces del portal y de las escaleras.

Tenemos las llaves de la comunidad de cuando fuimos presidentes el año pasado. Los de este año se han ido.

Pudieran ser las tuberías del agua. Dice el fontanero que lleva nuestro portal que no tenemos bomba. No sabemos cómo nos llega el agua. En el ayuntamiento no nos cogen el teléfono.

Anoche bajé la basura y aproveché para llamar al telefonillo de uno de los vecinos con más edad. Tiene un bajo con arcones. Pero en su opinión el ruido viene de fuera.

Ha sonado el despertador a las seis de la mañana. El cielo rojo. El sol se nos ha adelantado. También los pájaros.

Los mirlos se mueven por parejas. Se posan en el alero.

Hay también una urraca que no está.

Y un autillo que es una grabación para espantarlos.

Guantes de látex, mascarilla quirúrgica, los mirlos sosteniendo el silbido, los primeros rayos de sol prendidos del pico.

La lumbre se prepara como un nido boca abajo. Mi madre enseñándome en la penumbra de la casa de Sopeña. El papel prendido dentro.

Sopla.

Pero ten cuidado con el humo.

Sopla como hace la lechuza del alero.

Los mirlos en el edificio de enfrente.

A estas horas no hay nadie.

Las farolas todavía encendidas. Pero la luz no llega a tocar el suelo, se diluye en el amanecer.

Han brotado los árboles. Desde nuestra casa se ven limoneros, impertérritos. Si han cambiado no lo hemos notado.

Nosotros tampoco hemos cambiado el uno para el otro.

El cerezo lo tuvimos que podar porque no podía sostener las ramas. En dos años reverdecerá, si lo hace.

Verde también en los resquicios de las baldosas.

Evitamos a los barrenderos por lo que puedan levantar del suelo.

Está pegajoso, oscuro.

La luz no llega.

Nos damos la mano pero con guantes no es lo mismo. Hay lugares que no recordaba que estuvieran ahí. Unimos puntos y descubrimos que estamos cumpliendo círculos alrededor de casa como pavesas.

La distancia de la lumbre.

Apártate del humo.

No nos miramos a los ojos.

El humo hacía llorar cuando la chimenea de Sopeña no tiraba porque no había corriente o porque se había taponado.

No nos reconocemos.

En nuestro salón hay chimenea, que no utilizamos. Cuando quitamos el gurruño de tela que la taponaba cayó un pájaro muerto. Estábamos buscando el ruido. No estaba dentro.

Los árboles del paseo están cubiertos de hojas que tapan el cielo.

No recuerdo si desde casa se ven estrellas.

El limonero siempre tiene limones. Las hojas me hacen dudar si son siempre los mismos. Pero no, porque a veces aparece alguno caído.

Estamos en la puerta del portal, de regreso.

A Raquel se le hacen los ojos agua.

No tenemos sueño.

Hay un mirlo muerto. Ha chocado contra la cristalera.

Subimos a casa y en el alero del edificio de enfrente hay un mirlo

solo

le oímos a él y no al ruido

el ruido viene de fuera

que dice:

como la espiral de humo

volverás

pero tú serás otro.

El papel prendido dentro.

1 comentario:

Serrón dijo...

Lo escribí ayer del tirón. Hoy lo he corregido un poco, por eso he puesto la etiqueta correspondiente. No creo que lo retoque más.

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