Por eso llegué tarde, por tener que esperar el resultado o quizá mejor decir por no haber previsto los plazos con suficiente antelación. Será porque a medida que bajan los casos la prueba se va haciendo menos perentoria y voy perdiendo costumbre.
Me retrasé pero aun así llegué antes que mi hermano. Haciendo tiempo en el salón - almendras no que la sal me hace daño, mejor avellanas pero guarda para después, para el café de la sobremesa - mi madre me invita a probar una silla nueva que ha puesto en el balcón, pero hace calor, así que solo me asomo, la veo y asiento.
Enseguida mi madre me pone al día de las plantas del balcón y sin solución de continuidad pasa a las de Sopeña, deteniéndose en el otro día, que resulta que estaba revisando una planta a la que algo estaba comiendo las hojas cuando da la vuelta a una y descubre una oruga.
Se posa entonces una mariposa.
La espanté, dice.
Entra mi hermano por la puerta y saluda "¡cifu!", que es como mi sobrina decía cuando quería silbar y no sabía, fingiendo.
La mariposa era blanca.
¿Pero ya es tiempo?, pregunto.
Sí, responde, aunque con este calor no sé.
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