El BEC es la sede de la feria de muestras de Bilbao. Este edificio representa una tendencia clave de la arquitectura (más) moderna (o contemporánea en el sentido de ser capaz de desplazar las coordenadas actuales), que es (y comienzo a explicarme desde el desconcierto, que es precisamente uno de los valores de este edificio: el que sea capaz de desconcertarme) la segregación entre edificio y piel del edificio, su envoltorio.
Precisamente uno de los debates que provoca esta segregación (y he ahí su alcance, no en los efectos más o menos llamativos que viene a sumar a un catálogo de ocurrencias de la arquitectura global o, por mejor decir, globalizada que ya nos tiene a todos un poco hartitos, ni siquiera en las soluciones que aporta, sino en las dudas que provoca), uno de los puntos calientes que provoca, decía, es su propia naturaleza. Y es que no sé si lo que queda dentro se puede considerar edificio o no al haberle sido arrebatada la piel o incluso si la piel puede ser considerada aparte (¿pero aparte de qué?). Si lo que se separa existía porque estaba junto, ahora que no lo está, ¿qué es, qué lo que se separa? ¿y qué es lo que lo separa?
Es precisamente esta confusión, este no saber si ni siquiera estamos hablando de un edificio, lo que mejor le describe. Esta confusión que me provoca el ¿edificio? del cráneo hacia dentro tiene su correlato físico (del cráneo hacia fuera) en la tela metálica que lo envuelve y lo difumina (daros cuenta que en esta última frase estoy considerando que el edificio se queda dentro, que la piel ya no es edificio, pero lo hago solo porque no sé cómo hacerlo de otra manera, me estoy manejando con terminología que ha quedado caduca desde el mismo momento en que ví este edificio). El BEC parece un borrón en el paisaje.
Foto:
Y no puedo dejar de relacionar lo que estoy viendo con la arquitectura montañesa. La casa montañesa se compone de una estructura de madera, tipo pérgola, que aguanta el tejado y todo, estructura y tejado, queda envuelto por una pared de piedra (la piel). Si la pared se cae, como es frecuente, no pasa nada, porque la pared no está cosida de ninguna manera con el binomio estructura / tejado. Hay una segregación fundacional entre la piel de la casa montañesa, de piedra, y el interior, de madera. Como en el BEC, al menos a nivel ideacional (físicamente no se parecen, pero la lógica interna es la misma en ambos casos, es decir, apretando mucho, más tiene que ver la casa montañesa con el BEC que con el caserío vasco, por ejemplo).
Nuestra arquitectura también es vanguardista (calzar abarcas no quita).
Pero no creo que el arquitecto del BEC, que, por cierto, no sé quién es, se haya inspirado en la casa montañesa, la verdad. Ni la conocerá (romper el velo de desconocimiento que nos envuelve debería ser uno de nuestros caballos de batalla). Más bien imagino que se haya inspirado en la pintura de los barcos de guerra, una pintura pensada para que éstos desaparezcan en el mar (qué pena que no los haga desaparecer del mundo). Es la misma pintura aplicada en el almacén de carbón del puerto de Santander o en los edificios más modernos del hospital Valdecilla, para que sus siluetas no rompan mucho el cielo.
Por cierto, qué oportunidad tenía en nuestra arquitectura montañesa Renzo Piano para hacer un edificio en los Jardines de Pereda que conectara con lo bueno que tenemos (que algo tenemos, poco, pero tenemos), qué oportunidad de apoyarse en algo bueno, creciendo él y haciéndonos crecer a nosotros. (Texto eliminado porque hago referencia a una artista potente, amiga de Ana Patricia Botín, que a pesar de lo buena que es, y lo es, se ha equivocado al plantear abrir pozos en los jardines: no es justo que la critique en general por un error, si realmente lo es, por mucho que a mí me lo parezca, error que además muy probablemente no sea atribuible a ella. Pese a lo que acabo de decir, no puedo evitar mantener el último párrafo de esta entrada, donde la menciono tangencialmente). La pudísteis ver en el vergonzoso reportaje que dedicó al proyecto el XL Semanal (suplemento de El Diario Montañés). Digo vergonzoso porque en las fotos se veía a Botín, a Renzo, a la hija de Botín y a su amiga en el estudio del arquitecto, decidiendo. Vergonzoso porque no se vé por ningún lado a ningún representante del pueblo, ni siquiera al alcalde, con lo que le gusta (aunque ahora no hablemos de gustos personales; el alcalde tendría que haber estado, le guste o no a Botín). Y ya.
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