viernes, 4 de diciembre de 2020

La bolera de San Martín de Bajamar en Santander, la plaza y la palabra "gutu"


Ésta es, si no estoy equivocado, la bolera que había en San Martín de Bajamar, al inicio de Reina Victoria, tristemente desaparecida hace escasos años. La foto es de 1949.

Sobre la plaza que se construyó en su lugar ya hemos apuntado entradas más atrás que trata de replicar la topografía del espacio quizá bajo inspiración del arquitecto Enric Miralles.

En origen era un espacio que se fue interpretando (mental y físicamente), transformándolo en lugar, categoría que quiero entender incluida dentro de paisaje. Capa sobre capa: desde los romanos, si no antes, hasta la bolera con todas sus connotaciones, desde la identidad vecinal al pintoresquismo promovido por el turismo.

Con el nuevo parque se ha desposeído al lugar de lo que le hace paisaje, devolviéndolo a su condición de espacio descargado, desprovisto de otras coordenadas que no sean las espaciales. Ésta es la crítica fácil: su falta de respeto. Yo mismo he recurrido a ella. ¿Cómo se ha respondido a esta crítica? Apelando a la esencia de un espacio que estaba supuestamente sobrecargado.

Pero esta obra es más que eso, lo que hace esta obra es destruir lo que había, eliminar todas las capas que dotaban al espacio de sentido (complejo pero no problemático sino rico) y superponer a la destrucción una nueva capa no neutral, no inerte, no inocente (no es una vuelta a la casilla de salida) sino cargada de valores que cabe considerar negativos: la desmemoria, el todo vale, el pelotazo, la cancelación de los sentidos, la dureza frente a la naturaleza, la poda desmedida que seca la savia. Es, pues, una capa más de sentido, esta plaza, no la esencia (que además no existe como tal), una capa nueva que acaba con las anteriores, una capa que solo puede estar sola (como las plantas invasoras) e impone unos valores perjudiciales (la desmemoria, etc.) sobre todo porque apelando a la esencia los vende como inamovibles e incluso naturales. Y es por esto último, la inmutabilidad de su propuesta, más que por los propios valores en sí (hay a quien le puede parecer bonita la nada o limpio el hormigón) por lo que esta plaza es negativa.

Los cántabros estamos ya acostumbrados a girar como peonzas en torno a valores supuestamente inamovibles promovidos por aquéllos a quienes benefician, esto es, el poder. Pero giramos conscientes, que es lo que todavía nos puede salvar. No en vano conservamos una palabra preciosa, que es gutu, "acallado", que no es lo mismo que *callado: porque acallado se está cuando no quieres estarlo.

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