jueves, 23 de julio de 2020

Una foto a una silla

Cuando bajaron a Cabezón de la Sal compraron una casa nueva que tenía una sola planta, en las afueras, al otro lado de las vías del tren, en plena mies. No tenía luz. Costaba mucho ponerla. Estuvieron esperando a que terminara la obra del barrio obrero de al lado, por si les podía salir más barato entonces.

Era todo un maizal. A mi madre le daba pánico volver a casa de noche.

Montaron una tienduca iluminada con carburos. Recuerda las apuestas: a que me como todo ese ramo de plátanos, a ver cuánto aceite, dame ese ratón que me lo como vivo. Recuerda también las peleas. Salían, se partían la cara y volvían del brazo, cantando.

Había uno que ni sabía cantar ni sabía ninguna canción. Pero acompañaba a todos. Acompañar al cante no siempre está bien visto, de hecho el cante montañés es apreciado si solo. Pero él acompañaba sobre todo en el rallentéu, sosteniendo la nota, retorneándola. Mi madre le daba las bolsas de pipas que tenían premio, de pura pena.

Luego vino la luz. Y la televisión. Fue la primera o segunda del pueblo. De tienduca pasó a tienda. Levantaron la casa. Mi madre entró como interna en un colegio próximo. Las monjas eran unas sádicas. Se escondía en el maizal. Un miedo cubría al otro.

Añadieron una sala con bancos para la televisión. Se conserva uno en la mies de Sopeña, aquí. Estos bancos los hizo mi tío Camilín, carpintero. También mesas y sillas que se reconocían por tener las patas finas. No queda ninguna, me parece.

Daban comidas esporádicamente, sobre todo cuando pasaba Franco, que se llenaba todo de guardias civiles. Flanqueaban la carretera al paso del coche oficial. Decían que hasta los cotos salmoneros de Asturias. Habilitaron una sala para estas ocasiones. Las sillas aquí eran compradas.

Una de estas sillas la cogió mi madre cuando casó. El primer destino de mi padre fue un pueblo de la costa. Era maestro. Cuando quedó embarazada, mi padre serró las patas de la silla para que mi madre diera el pecho en ella a mi hermano. Luego nací yo. A mí me dio el biberón. También en esta silla. Cuando a mi padre le dieron otro destino la silla la cogió una de mis tías, que la llevó a su casa de Cabuérniga.

Hace poco mi madre la recuperó y la llevó a la nuestra.

No sabía de ella. Le he hecho una foto.

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