"Etxemendi reconoció, ocupando prácticamente toda la pared del fondo, el espléndido vasar de cuatro puertas con sus cajones, cada uno decorado con un signo astral o pastoral diferente y que él, de niño, gustaba de descifrar como si de mensajes brujos se tratara. Se acercó al banco y lo acarició. También lo reconocía, también él procedía de casa de su abuela. Zuzulu, zuzulu, murmuró mientras lo acariciaba, de pronto se había acordado del nombre. Había pasado horas en aquel banco, los pies no le tocaban el suelo, en él había aprendido a leer."
De Etxemendi (Hiru, 2000), novela de Florence Delay, pp. 56-57.
El zuzulu vasco, palabra que según Koldo Mitxelena procede del latín SUBSELLIUM, es equivalente a nuestra perezosa. No es lo mismo porque la mesa del zuzulu está recogida en el respaldo mientras que en la perezosa lo está encima, pero la lógica es la misma.
La foto es de una perezosa en el portal de una casa de La Marina. Conozco otra antigua tallada con estelas en Lebeña que se parece poco a ésta salvo, quizá, en la ligereza que contrasta con la reciedumbre de las perezosas montañesas. Supongo que haya distintos tipos y dentro de éstos variantes en función del artesano, la época, etc.
La perezosa forma parte de la familia del escañu y del bancu. Hay un escañu precioso bajo el alero de la casa que fuera de Matilde de la Torre en Cabezón de la Sal antes de que la requisara Falange y un bancu no menos bonito en casa de mi tía, donde he pasado yo todos los veranos de mi infancia, cuando los pies todavía no me tocaban el suelo, costumbre ésta de estar en volandas a la que todavía no he perdido el gusto.
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