A principios de la década de 1990 ya no quedaban osos en los Pirineos Centrales ni en los Orientales, y solo había rastros de alguno que otro en el Pirineo Occidental.
Ahora hay otra vez más de cuarenta: son eslovenos.
[...]
Alonso cree que en estos años ha quedado claro que los ganaderos y los osos pueden convivir. Se evalúan los ataques y se pagan indemnizaciones, pero, sobre todo, se previene: el Gobierno paga a unos pastores para que reúnan a todas las ovejas del valle en un solo rebaño, para que las vigilen con mastines, para que las guarden por las noches dentro de una cerca electrificada y para que duerman al lado, en una cabaña moderna. El problema en los Pirineos era que los ganaderos dejaban sueltos a los animales, porque ya habían exterminado a todos los depredadores, y la reintroducción del oso los pilló desentrenados."
De Pirenaica: Catorce crónicas de la cordillera (Planeta, 2018) de Ander Izagirre, pp. 161 y 168.
Conclusión: Consejero Blanco: trabaja, vago.
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