"Siéntate a cenar, que ya es hora - dice la madre. Coge un plato y el cazo y levanta la tapa del puchero humeante -. Mañana es pecado trabajar, pero si te arrimas a las higueras los vecinos no te verán cortar la hierba del prado. Siéntate."
Del primer volumen de la trilogía Verdes valles, colinas rojas de Ramiro Pinilla, sexto capítulo.
En Sopeña de Cabuérniga (por ejemplo en el barrio Duréu), en San Román de La Llanilla (por ejemplo en el barrio La Torre) y en otros pueblos de Cantabria sorprenden las fincas próximas al núcleo de población, cuando no dentro del mismo, con paredes en apariencia excesivamente altas.
Nos hemos preguntado por ellas en otras ocasiones. Hemos barajado la hipótesis de que sean altas para evitar que salten y entren las gallinas que andan sueltas por la calle. Para tal fin algunas incluso se coronan de espinos. Pero las gallinas no son aves de altos vuelos. Otra es que las paredes alcanzan la mayor altura allí donde es necesario protegerse del viento. Pero no es así; no siempre. Lo normal es que la altura sea la misma en todo el perímetro. Así es que ninguna de las dos razones bastan para explicar la gran altura de las paredes de estas fincas, insisto, próximas a viviendas.
¿Y si la explicación a estas paredes estuviera en los domingos, dicho de otro modo, y si su altura se explicara como reacción al dominio de la comunidad de aldea, como sistema defensivo frente al "qué dirán"? Así, las paredes tan altas preservarían no de las gallinas ni del viento que trae agua sino de las miradas de los vecinos.
2 comentarios:
Paredes altas frente a gallinas y cabras, me dicen.
Quizá en el tiempo de las paredes altas la presión de la comunidad de aldea funcionaba pero no se notaba, es decir, nadie se defendía de ella, era el estado natural de las cosas. De ser así, efectivamente, las paredes altas serían una solución frente a gallinas y cabras. No sé en qué momento llegó el recelo a la comunidad de aldea pero es probable que entonces las paredes altas también sirvieran para defenderse de lo que a partir de entonces pasó a ser "el qué dirán".
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