Al único juego de cartas que sé jugar es a la brisca y porque me enseñó mi abuela bastiana. Es un juego común a otros países. No así la flor, parece. La flor es un juego de cartas autóctono cántabro.
El otro día entramos a una taberna de Canales a pedir y pregunté por las marcas en una mesa, que si eran de jugar al mus, a lo que un vecino me respondió que no, que allí a lo que se jugaba era a la flor.
Lo pregunté porque las marcas me recordaron a una de esas flores de cuatro pétalos tan comunes entre nosotros, casi tanto como las hexapétalas. Así en una puerta de portal próxima a la Plaza de la Esperanza de Santander, por ejemplo. También en portalada de Comillas, ermita de Renedo, etc.
Las marcas que deja este juego se parecen a una flor de cuatro pétalos; una flor de cuatro pétalos tal y como la representamos nosotros. Si las marcas lo parecen quizá también la disposición de los propios jugadores o el modo como se echan las cartas. No lo puedo asegurar porque no sé jugar, pero lo lógico es que sea así.
Es probable que este juego se llame la flor sencillamente porque a nuestros paisanos se lo parece.
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