"Entre las múltiples obligaciones de los pastores estaba el acurriar, que significa recoger todo el ganado, al anochecer, en torno a la cabaña, en el sel o punto donde duerme el ganado, generalmente entre acebos y escobas muy tupidas.
Los acebos de los seles, a fuerza de mordisquear sus hojas, han tomado la forma de auténticas paredes, de modo que a la escalle de ellos los animales se preservan del frío. Cuando los acebos tienen buena copa y están muy agrupados, van tomando la forma de chozas vegetales, dentro de las cuales, los días de mucha tormenta, los animales hacen frente a la intemperie.
El pastor y su seruján (ayudante y aprendiz) [en montañés es pastor más becerreru más sarruján] buscan por todos los rincones a los animales remolones y, a fuerza de chiflidos, perros, voces y juramentos, hacen juntarse a toda la vacada en torno a la lumbre de la cabaña. Las van contando, más por el nombre que por el número, y por el campano, pues la mayoría de los pastores eran analfabetos, hasta llegar a saber exactamente si todas las vacas estaban presentes. [...]
Al poco tiempo de nacer, la jata ya es bautizada, cosa que no se suele hacer con los machos, atendiendo a sus características o a nombres propios de la casa, que se van repitiendo en distintos animales a lo largo de los años. Habrá Galanas, Corzas, Majitas, Campas, etc., hasta el infinito.
No encontrarás dos campanos que suenen igual, a lo sumo serán parejos, o sea, que suplementarán su sonido. Los hay de todos tipos: desde pequeñas zumbas; los medianos, ya de mayor tamaño; los piquetes, con cierto porte; los caldereros, con un sonido muy desgarrado; hasta los de celemín, llamados así por caber dentro de ellos esta medida de grano, y, por tanto, de un tamaño más que regular. [...]
Consistía [inquirir] en, cuando había un poco de luz natural, volver a contar los animales que había en el sel, para comprobar si estaban todos, antes de darles vereda (zona donde iban a pasar el día pastando). [...]
[S]iempre había alguna lamerona que, aprovechando la noche, se ausentaba y había que traerla a mandamiento."
De Recuerdos de mi tierra campurriana (Cantabria Tradicional, 2000) de Nicanor Gutiérrez Lozano, pp. 91-95.
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