miércoles, 23 de junio de 2021

"Ir a cuevas" según Nicanor Gutiérrez Lozano

[...] "Pensar que hasta el mes de abril permanecían los animales encuadrados, nos hace comprender en lo acertado del dicho campurriano: No habría año ruin si no hubiese abril. Había que cuidar mucho para que el alimento durase hasta entonces, ya que en caso contrario había que ir todos los días al monte a buscar sacos de hojas de aceba (se habla generalmente del acebo para el alimento del ganado, pero no sirve por los pinchos que tienen su hojas. Lo usado es la hoja de la aceba, que no los tiene), labor penosa a más no poder, tanto para arrancarlas como luego para transportarlas en sacos, a cuestas, por encima de la nieve hasta llegar a casa. [...]

Otra solución, ante la tesitura de no tener nada que dar a los animales, era marchar a las cuevas. [...]

Cuando en Campoo había tanto ganado fue preciso regular meticulosamente su aprovechamiento. Por eso en las Ordenanzas [...] estableció [el rey Felipe II] que solo en primovel se podía ocupar las cuevas con el ganado, dejando el otro tiempo para los transeúntes que pasaban hasta las Asturias de Santillana, y obligando a que solamente se usara una, pues había quien hacía una ocupación simbólica y luego se iba a otras. Por este motivo, aclaraba que, a los ocho días de estar sin dormir en ella el ganado, podía ser ocupada por el primero que llegase. 

Dos razones motivaban el ir a las cuevas: la total terminación de la ceba (alimento para el ganado metido en el pajar) y la situación geográfica.

Las cuevas de aprovechamiento de primavera, primovel o primavel, dirían los viejos campurrianos, están en toda la aldea norte de la cordillera de Isar, la que va desde el Tres Mares en dirección este, mirando hacia La Marina; por la influencia de los vientos cálidos del mar se quita antes la nieve y brota primero la hierba. Son famosas las de Los Hornos, la de Cotera Bullén, el sel del Andrino o la Braña de Gustamezán; estas últimas no tienen cuevas, por lo que había que hacer tesnas (largas cabañas hechas de astillones de madera, cubiertas con céspedes por una sola aguada).

Dentro del terreno de la Comunidad Campoo-Cabuérniga eran muy visitadas las de Las Aguileras, situadas debajo de la Cuesta Cortezos. Desde Gustandrán se ven perfectamente.

Por la parte de fuentes se usaban las del Pozo del Arbencia. Con tesnas se aprovechaba Villasconorio, Pradía, Corral Pedriz, El Huertón, etc., y las zonas de pastos en torno a ellas: Los Pajones, El Espinoso, La Canalona, el Pernal de la Hierba, El Lodar, Las Brañas de Pelías, Cuestas Pendias, el Acebudo, La Braña del Billar... Muchas horas de pastoreo primaveral tienen estos lugares en el haber de los campurrianos.

En La Braña del Lodar siempre hubo casa - todavía se distinguen perfectamente los restos de las paredes -, y eran aprovechados sus pastos por los vecinos de Camino, principalmente, que hasta segaban la hierba. [...]

Los vecinos de Camino tenían en exclusiva el derecho de segar la braña de Piedra Corvera, pero en primavera iban hasta allí para pastorgar La Canalona, siempre muy resguardada de todos los vientos, dejando muchas noches las vacas durmiendo bajo las alas de las rocas del sel del Mayorazgo o hacia el sel del Maestro, aunque, en este último punto, siempre en conflicto con los vecinos de Fontecha, propietarios de ese terreno.

La venta del Lodar era la separación de los dos ramales en que se dividía la calzada romana que venía desde Aradillos, por la ladera norte del Pico de la Muela. De allí iba por el Cocino del Lodar, por encima de los picos de Obios, a Valdeiguña. Otro ramal, por fuente Fría, llegaba hasta la cueva de Los Marranos, junto al río Argoza, en dirección a Bárcena Mayor. [...]

Los de Campoo de Arriba estaban más supeditados a la nieve; si había suerte y se quitaba pronto solían ir a las cuevas del Montuco, aunque son más bien grandes alas de las rocas que se tapaban con tesnas por la parte frontal.

Daba pena ver desfilar el ganado cuando subían a las cuevas. Toda la carne acumulada en el verano se iba perdiendo en las cuadras por las exiguas raciones de comida en el invierno; pero no había otra solución: morir o ir a pasar calamidades al monte.

Junto a las paredes laterales de las cuevas se colocaban grandes y largas varas de haya, sujetas con horcadillas del mismo material. Sobre ellas se prendían (la palabra prender tiene dos acepciones en Campoo: hacer arder una lumbre o amarrar el ganado), por medio de barzones, las cebillas que servían de prisión a las vacas por la noche.

Los paisanos se limitaban a pastorear y hacer grandes lumbres a la entrada de la cueva para aquietar el ganado, templar el relente de la noche y alejar a los lobos. [...]

Los más habilidosos, sin más herramientas que el hacha, la zuela de peto y un barreno, hacían cebillas, albarcas, tarugas o preparaban tajos de abedul - materia prima para hacer las albarcas - que luego, una vez en casa, servirían, en la invernada siguiente, para hacer este calzado a toda la familia.

La comida no tenían más variación que patatas cocidas con un poco de sal y, a lo sumo, algo de tocino [...] con un zoquete de pan duro como un cuescaru. Si alguna res se despeñaba por aquellos andurriales, tendrían carne para unos días y hasta cecina; otras veces lograban atrapar algunas piezas menores de caza, usando cepos o lazos. Como se ve, toda una delicia pero al revés.

Había veces que las cosas se complicaban con grandes nevadas de primavera. En esos casos se aguantaba lo que se podía, para siempre tener que marchar hacia los pueblos de La Montaña, aprovechando los cauces de los ríos: el Cambillas, el Queriendo, el Hormigas, el del Gato, el Argoza, etc., mucho vieron de estas migraciones forzosas. Había que abrirse paso entre la nieve fabricando palas de madera y badajones para el calzado, hechos sobre la marcha, en jornadas agotadoras, medio muertos de hambre y necesidad.

Hubo veces en que los otros vecinos de los pueblos llegaron a llevar sacos de hierba, si la había, antes de iniciar la marcha para reponer algo el ganado, en una muestra insuperable de solidaridad, como en el año 1941, cuando estaban en las cuevas de Bullén Pepe Tista y Cesáreo y los de Soto fueron en masa a echarles una mano. Perdieron muchas reses pero salvaron el pellejo.

En dirección al mar, los campurrianos teníamos, desde antaño, derecho a pastar desde el río Deva hasta el Miera y el mar, en época de nieve; por eso, los que lograban salir de los montes estaban salvados. Más de uno quedó por el camino."

De Recuerdos de mi tierra campurriana (Cantabria Tradicional, 2000) de Nicanor Gutiérrez Lozano, pp. 29-30 y 99-102.

1 comentario:

Serrón dijo...

La primera vez que supe de la palabra "tesna", recientemente, la apliqué a un refugio que encontramos en el Alto Asón, aquí:
http://elrobledaldetodos.blogspot.com/2021/06/los-cerdos-la-montonera-y-las-tesnas.html

Ahora no estoy tan seguro de que este refugio sea una "tesna" aunque sí es seguro que se utilizaba para los marranos.

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