"(...) Está a la izquierda, según se sube la escalera, en el ángulo de la casa que mira entre la salida del sol y el mediodía. Es ancha y de mucho fondo; tiene el techo a regular altura, una ventanuca acuarteronada con un solo cristal y muy pequeño, las vigas y las paredes, brillantes de puro ahumadas, y unas y otras, sembradas de clavos de distintos tamaños y procedencias, de los que cuelgan las cosas más heterogéneas: la romana de pesar terneros y patatas, las cebillas a medio hacer, las jarras panzudas de las grandes solemnidades, la carne de la vaca que se despeñó y la de la matanza curándose al humo, los cacharros de la espetera, el candil de aceite, las coyundas acabadas de engrasar y el morral, el capote y las polainas del amo de casa, que allí cuelgan donde las pusieron a secar el último día que las mojó guardando una vecería.
En el fondo, sobre una losa enmarcada por unos maderos de roble empedernido, la lumbre; y detrás de ella, el travasero, encendido casi siempre y chisporroteando a más y mejor, y la hornía rebosando de cenizas, de cáscaras de huevos, de los pocos que se comen en casa, de peladuras de cebollas y de otros desperdicios que se suponen o se adivinan; sobre la lumbre, el llar de pesadas argollas forjadas en la fragua del lugar, recubierto de sarro en todo lo que de él se ve; y cobijándolo y recogiéndolo todo, menos el humo, la campana de la chimenea, abierta casi a la altura de las vigas, con el farol y unas conchas de jabón encima de la pusiega. En su puesto de honor, quiero decir, en el clavo más visible de junto a la lumbre, el rosario de las cuentas de madera, gordas como garbanzos, brillantes y desgastadas por los dedos de tres o cuatro generaciones. Debajo del rosario y plegada sobre la pared, la perezosa; y a uno y otro lado de la lumbre, los escañiles de roble, de respaldo toscamente tallado y con perillas o pegolleros, y hasta con señales bien visibles de haber servido alguna que otra vez para probar el filo de las navajas recién afiladas. Debajo de los escañiles, además del brazado de leña recién cortada, el carpancho de las orcinas, las albarcas a medio hacer y los zapatos embarrados del último día que el amo bajó al mercado de Reinosa.
(...) Y así, no te extrañará ver a la dueña de la casa pegada a la jamba de la puerta y sin asiento, por no quitársele a la moza repolluda y sanota, que, con el pretexto de que la enseñaran a cortar un par de escarpines las que saben hacerlo, busca la luz de los tizones y se acomoda en el mejor sitio, justamente en frente del novio, que irá, a su vez, con la disculpa de dar un recado o de que le ayuden a terminar unas albarcas, que suele traer entre manos un mes entero. No te parecerá raro tampoco el que otro, porque necesita la lumbre y un buen espacio al rededor de ella, para tostar unas albarcas o para domar una cebilla o una cachava, que de todo irás viendo, tenga que salir de entre los tizones el amo de casa y buscar asiento, si le quiere, al lado de la cantarera; y eso, si no le piden, encima, que baje a hacer acopio de leña en el portal."
De "La cocina de campana", capítulo de A la sombra del abuelo, novela costumbrista del campurriano José Calderón Escalada que manejo en edición de 1970.
martes, 10 de julio de 2018
"La cocina de campana" de José Calderón Escalada
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4 comentarios:
Llamo la atención sobre la palabra "pegoyeru", emparentada con el asturiano "pegoyu", cada una de las patas de madera que sostienen el hórreo.
PegoLLeru, con elle. ..
Aparece esrito con "y" y en asturiano creo que puede ser de las dos formas..., ¿te refieres a que en Campoo se pronuncia con elle a la castellana, a diferencia de, por ejemplo, en los Montes de Pas o es que se conoce la etimología de "pegollu" y es mejor escribirlo así?
Es q en el texto q pusiste aparece con elle: "tallado y con perillas o pegolleros, y hasta con señales bien visibles de haber servido alguna"
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