viernes, 27 de diciembre de 2013

Sistemas binarios

Leo aquí que unos investigadores acaban de descubrir en Polinesia indicios de un sistema binario anterior a su descubrimiento oficial durante la Ilustración.

"Bender y Beller no han descubierto nada parecido a un pergamino polinesio densamente cubierto de ceros y unos, ni mucho menos una cinta perforada. Lo que han hecho es analizar el lenguaje de Mangareva —uno de los cientos de idiomas de la familia austronesia habladas en las islas del Pacífico— en el contexto de su modo tradicional de vida y las características de sus bienes más preciados de consumo y sus transacciones comerciales, ofrendas, fiestas y demás. Esta forma de vida está en acelerado proceso de extinción, y con ella el sistema aritmético y la propia lengua de los mangareveños, de la que solo quedan ahora unos 600 hablantes en la isla.

Una evidencia del uso de las potencias de 2 —es decir, del sistema binario— en el comercio tradicional de Mangareva son los valores (o taugas) asociados a los bienes más valorados en la isla: tortugas (1 tauga), pescado (2), cocos (4) y pulpo (8). Otro producto valioso es el fruto del árbol del pan (Artocarpus altilis), llamado en inglés breadfruit (fruto del pan). Los frutos del pan de segunda fila valían lo que un coco (4), pero los mejores igualaban al pulpo (8). Recuerden que 1, 2, 4, 8,... son las potencias de 2."

Todo esto me recuerda al sistema basado en el número 7 que rige los sarobes vascos, equivalentes a nuestros seles (la diferencia entre los suyos y los nuestros es que los suyos fueron normalizados por ley, y los nuestros no, lo mismo que pasó, mutatis muntandis, con nuestros respectivos estatutos republicanos). Aún más, los pasiegos siempre me pareció que tenían una forma de contar particular y que incluso manejan alguna medida peculiar, quizá basada en un sistema ajeno al decimal. No sería raro. A fin de cuentas, por mucho que el sistema decimal sea bastante intuitivo, el binario también lo parece (cualquiera seguro que lo es para el que lo utiliza), no tiene por qué haber sido el decimal el único en nuestra historia. Sería genial que alguien cogiera el libro de Penny sobre los pasiegos y echara un ojo para ver si encuentra algún indicio de un sistema ajeno (previo o en paralelo) al decimal. Probablemente también aparezca algo en el que dedicó el mismo autor a los tudancos.

Seles turísticos... en el País Vasco (no aquí)

En la página de turismo del País Vasco se ofrece una selección de recursos de interés con sus respectivas fichas. Para mi sorpresa se incluye como recurso turístico de primer nivel un conjunto de seles (que ellos conocen como sarobes y que a la hora de buscar su traducción al castellano no han tenido otra opción que recurrir a una palabra astur-leonesa, sel, porque en castellano no la hay) en el parque natural de Urkiola; con un par. Está aquí. Ya sabemos que los vascos son odiosos y que no les tenemos ninguna envidia, pero, por una vez, no estaría mal que hiciéramos un mínimo esfuerzo por parecernos aunque sea un poquitín a ellos. Más que a ellos, a su forma de hacer las cosas: bien.

No sé por qué me ha venido a la cabeza un chorcu de lobos en el límite asturiano con Cantabria. Está rehabilitado y representa uno de los principales activos turísticos de la zona. Yo mismo fui a verlo de chaval, con el instituto. En Cabuérniga, encima de Selores, a un paso del pueblo, hay otro chorcu brutal, de dimensiones enormes, prácticamente intacto, pero... olvidado y, por ende, desaprovechado.

Más ataques de El Diario Montañés a nuestra ganadería

Hace un par de días El Diario Montañés publicó una noticia sobre una mafia gallega que se dedicaba a drogar a las vacas para que dieran más leche, una mafia con tentáculos, al parecer, en Cantabria. La noticia estaba acompañada al menos en la edición web por la foto de una feria de ganado tudanco. Y me pregunto yo, ¿pero cómo se les ocurre? ¿Qué clase de apoyo presta este periódico a la ganadería de Cantabria? ¿No debería alguien demandarles? ¿No debería la Consejería de Ganadería pegarles un toque o amenazarles con retirar la publicidad institucional si no corrigen una línea editorial tan nefasta para la ganadería de Cantabria? No sé, sinceramente, cuánto de tonto es el encargado de seleccionar las fotos en este periódico, pero tonto está visto que es. O tonto o hace lo que hace porque tiene algún interés oculto en hacerlo. Yo creo que es rematadamente tonto, sin más. Pero la Consejería de Ganadería debería estar más atenta, más ahora que parece que se quiere potenciar la economía verde. Es muy malo que haya un único periódico local de éxito.

sábado, 21 de diciembre de 2013

¿Ubi moras?

San Simón es una cuesta no chica. El otro día, subiendo despacio, saludo a una mujer que subía más despacio que yo. La saludo mientras la adelanto. Lo hago porque creo adivinar que es del barrio. Ella me para y me pregunta que si la he visto, que se la han llevado ellos, que ellos creen que no pero que ella lo sabe, que cómo no lo va a saber siendo ella su madre, que la tienen ellos, que si la he visto, que si la conozco, que si la he visto, que si la conozco, ¿la has visto?, ¿no la conocerás?

No señora, no.

La adelanto. Llego a mi calle y a la altura de mi casa se acerca otra señora con el pelo aplastado, grasiento de freír patatas, de hacer huevos fritos, de freír panga, de freír más patatas, me pregunta si conozco a esa señora, que si sé quién es, ¿la conoces?, ¿sabes quién es?

No, mire, no.

¿Y a mí, me conoces a mí?

Tampoco.

Esta otra señora lleva un carrito de la compra. Yo creo que lo lleva vacío pero no sé si va a hacer la compra o está ya de vuelta. Es difícil saberlo.

Por la noche

Raquel se compró una bicicleta de esas plegables, con rueditas pequeñas pero muchos cambios, en un mercadillo de Valle. Normal que la vendieran, en Valle. La ató una noche en la farola de enfrente de mi casa. Yo apenas duermo. Hacia las cuatro de la mañana oigo un tintineo en la calle. Me asomo al balcón y veo a un chaval borracho intentando robarla mientras charla con una chica, con un par. Aviso a Raquel y entre los dos les llamamos la atención. La pareja se va a un bar que no cierra a la hora, el Urban, que lo lleva un chico que me parece bastante repelente, la verdad, pero eso son cosas ya mías. Bajamos a por la bici para meterla en el portal. Vemos a un pescador que llega cargado de trastos y colgada de su cuello a una prostituta. Es vecino de enfrente. No deja entrar a la chica. La chica se va haciendo eses. A lo mejor no es prostituta. Sale un borracho del bar y se le arrima. Raquel y yo subimos. Una vez arriba, me asomo de nuevo al balcón. La chica se deja. El chico se la lleva a un callejón donde la gente aparca sin OLA. Ya no se ve más. Ya no quiero ver más. Me meto en la cama. Yo es que apenas duermo.

Tres libros

El pasado fin de semana, o quizá hace ya dos, no me acuerdo bien, estuve en Bilbao. Tomé nota de tres libros que me parecieron interesantes:

- Las brujas de Zugarramurdi, de Mikel Azurmendi.
- El árbol de Guernika, en Abada.
- Casa y familia en Vasconia, de hace unos años.


La del primero del portal de al lado

Mi vecina del primero del portal de al lado es muy mayor. Va siempre con un gorro de lana y un abrigo largo. Suele calzar zapatillas. Siempre que te ve te pide la hora. Cuando se la dices te pregunta si del día o de la noche. Yo siempre le digo que del día, no por nada, es que de noche salgo poco. Una vez sacó a pasear a su perro muerto. Me lo contó ella misma, cuando le pregunté por su perro, obviamente pensando que seguía vivo. Se murió y no se enteró. Le sacó a pasear y los vecinos llamaron a la policía. Se llevaron al perro en una bolsa de basura. Ella vive sin luz, nos decía una vez el vecino de al lado, de balcón a balcón. Le han cortado todo. Tenemos miedo a que un día prenda algo, nos decía el vecino, que es peruano y su compañero marroquí. Hoy hace mucho frío. Como cualquier otro día. Su portal tiene la puerta abierta para evitar el hedor, siempre. Echa migas de pan a los pájaros. Lo suele hacer a escondidas, en las esquinas, para que de para más. Echar migas de pan en una esquina es como echarlas en dos sitios a la vez, esto ya lo dije. Yo las echo en el balcón, se lo tengo que decir. Ella también tiene balcón.

Mi vecina

El día se está ennegreciendo.

He madrugado para ir a la biblioteca de la UC. De la calle del Sol, donde vivo, hasta Los Castros, donde está el Inter, he visto de todo: a un gato asomando por un ventanuco, unos azulejos antiguos preciosos pegados en la medianera de una casa que colinda con un solar, una señora con bata de guatiné azul en un balcón del mismo color lleno de tiestos y con un perro de aguas asomando por el hueco de la baranda, la zanja de una obra con la tierra de origen, tierra virgen, asomando, redes azules protegiendo una huerta de los pájaros, una bandada de gorriones al corso...

De vuelta al barrio, me he tomado un café en el bar al que van los vecinos. Es muy distinto a los bares a los que van los que dicen (decimos) la calle del Sol. En este bar, el barrio es todavía el del Carmen. El ambiente es siempre duro, es mejor no esperar nada distinto a lo habitual. Aun así, suelo encontrarme a gusto, aunque no es el mejor sitio para leer, que es lo que suelo hacer cuando voy solo a un bar y pido un café.

Un café, Emilio. La chica de al lado lleva puesto un plumífero que atufa a alcanfor. El olor me impide ensimismarme y no me queda más remedio que fijarme. Esa pareja, por favor, está que se cae. Me empiezo a apenar y me voy. Hoy no tengo cuerpo. Y eso que había empezado bien el día.

Me acerco al súper. Hay varios. Yo voy al barato. Hago un poco de compra y a la salida veo que una madre con su hijo pequeño le da un brick de gazpacho a una señora con aspecto harapiento que está sentada en un banco, que pregunta: "¿pero es pa comelu?", literal. Ahora sí que sí, la tristeza me ha alcanzado de lleno.

Han pasado varias horas desde que escribí lo anterior. Voy a contarte algo solo a ti, ahora que los agregadores ya han archivado la primera versión de esta entrada y nadie más va a leer ésto: acabo de echar unos maicitos a mi balcón, y los he pisado. No han tardado en llegar los gorriones a llevarse los cachos. Hay uno que los está comienzo en mi balcón, no se ha ido a otro sitio, está aquí, al otro lado del cristal, conmigo. Tengo la estufa encendida. Si abro la puerta del balcón se va el calor.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Y no sé por qué

Esta foto del mostrador de una carnicería cerrada...


...me recuerda mucho a la de un taller de abarqueru que puse aquí.

Ganaderos en el diario montañés

Ayer El Diario Montañés informaba en su web que cada vez hay más calendarios nudistas a la venta. La noticia está aderezada por una chica en pelotas. Muy edificante todo.

También publicaba una noticia sobre la reciente feria de ganado de Cabezón de la Sal. La foto publicada en la edición en papel es la de un grupo de paisanos fumando y bebiendo de una botella a gollete. Y me pregunto yo, ¿no había otra foto no digo más respetuosa, sino ya, aunque sea, más representativa del hecho noticiado? Echo un ojo a la misma noticia en edición digital y veo fotos de una niña posando al lado de una mierda de vaca, paisanos de espaldas, hablando al escucho entre ellos... todo muy sórdido. Os pongo aquí el enlace a la noticia.

Por lo visto el fotógrafo (que mira "diferente", como anuncia su web, aunque me temo que los prejuicios con los que lleva cargada su mirada no son nada nuevos) también hace reportajes de boda. Y me pregunto (una vez más), ¿si yo, paisano, me caso... cómo me sacará? ¿Me pondrá también al lado de una mierda de vaca?

Por cierto, ¿y las chicas desnudas del calendario, a cuento de qué las he sacado aquí? Pues para sumar visitas en la web, como hace el diario montañés.

Y ya que estamos con el diario montañés: el fotógrafo es el que hizo las fotos, sí, pero el diario montañés es el que seleccionó las que seleccionó, y no otras. Este periódico de verdad que no sé como sigue vendiendo ejemplares. Aunque a lo mejor no sigue vivo por los ejemplares que vende, sino por los tejemanejes que tiene montados con el Gobierno de Cantabria, con Fraile y Blanco, etc.

Archivu del blog