Aquí comentaba el hallazgo por parte de los arqueólogos del Proyecto Mauranus de saquitos de panizo quemado en enterramientos posiblemente profilácticos de los conocidos como siglos oscuros en Cantabria. Son enterramientos con vestigios de ritos que probablemente persiguieran que los muertos no se levantaran a por los vivos (destaca el aplastamiento de cráneos o los citados saquitos de panizo quemado). Esta creencia en los no-muertos es probable se explique en una contexto marcado por el azote de la peste.
En la entrada enlazada en el anterior párrafo apuntaba que Jesús García Preciado recoge un par de leyendas en torno a penitentes en los maizales. Proponía a los arqueólogos del Proyecto Mauranus que estudiaran posibles relaciones.
José Ángel Hierro ha escrito un comentario a dicha entrada donde indica (1) que no siempre es panizo lo que se quema, aunque en Cantabria es normal que lo sea porque está comprobado que era el cereal más abundante; y (2) que en otras regiones europeas se ha documentado el uso de grano (o arena o semillas de amapola) para hacer perder el tiempo al "penitente" contándolo.
Respecto al primer punto, creo que el elemento clave de análisis tendría que ser la mies, del latín MESSIS (campo semántico "cosecha"), con independencia de si dentro se sembraba panizo, trigo, maíz o qué. Por poner un ejemplo burdo: da igual si Belén Esteban, la Pechotes o Paco Porras, lo que importa es la telebasura. Pues esto, igual. Si hablamos de cereal, mejor dicho, si hablamos de granu, lo estamos haciendo de la mies o de su variante la iría, si es que ésta era verdaderamente lo mismo que la mies, que está por verse. La mies es de aprovechamiento individual (las jazas están delimitadas por jisos) pero gestión sometida al común (hay un único muriu todo en derredor que se derrompe cuando baja el ganado del puerto con los primeros fríos). En ningún sitio como en la mies para negociar las tensiones entre individuo y colectivo (yo no creo en equilibrios primitivistas).
Por cierto, el 18 de abril de 2014, publiqué: "En términos generales, la maíz (en femininu) es el granu y el maíz (en masculinu) la planta, en montañés." Así como en castellano nos sonaría raro decir "las arenas" para referirnos a "la arena", en montañés resulta raro decir "los granos" para referirse al granu y "las hojas" para referirse a la hoja (estoy deseando que alguien me demuestre que en algún sitio de Cantabria se dice o ha dicho alguna vez jueya).
Respecto al segundo punto, el 11 de septiembre de 2014 puse lo siguiente: "En Cabuérniga tienes que llevar un atadijo de pelos de tejón (tasugu) en el bolsillo para evitar que la bruja te ataque. Dicen que por no contarlos se va a por otro." Esto me lo contó un amigo de Carmona a raíz de una conversación que mantuvimos sobre unos gorros de bebé que vimos Raquel y yo en el museo (estupendo) de antropología de Castilla y León, en Zamora. Estos gorros de bebé eran muy coloridos y tenían espejitos cosidos para, precisamente, despistar a las brujas y que no les pudieran echar el mal de ojo. Es entonces cuando nuestro amigo carmuniegu nos dijo lo del atadijo de pelos de tejón en el bolsillo para entretener a la bruja o para que, por no contarlos, desistiera de atacar.
Creo que sería interesante que los arqueólogos del Proyecto Mauranus repasaran todos los atadijos y saquitos que se han llevado al cuello en Cantabria: papeles con textos sagrados plegados, dibujitos de la Virgen, etc. Incluso sé de una avellana vaciada (¿o ya encontrada vacía?) y rellenada con un metal que no recuerdo cuál era que se llevaba colgada al cuello para curar las enfermedades de piel. Al cuello se ha llevado de todo. Y metido en saquitos. Me viene ahora a la cabeza un tipo de colgante tradicional gallego denominado sintomáticamente sapo y que a Raquel le fascina (aunque los besos me los siga dando a mí).
Voy a terminar con una anécdota personal: sería en primero de BUP cuando nos llevaron de senderismo (todavía me cruzo de vez en cuando con Jota y con Alberto Santamaría por ahí perdidos, de cambalúa). Pasamos cerca de una ermita en ruinas. Entré y me llevé un cachito de madera. Cuando llegué a casa conté la aventura y mi madre metió el trozo de madera en un saquito de colores de los peruanos y me lo colgó al cuello. He de aclarar que desde que llegué a la ciudad con once años llevaba las llaves de casa metidas en una cuerda amarilla colgada al cuello. Mi madre ató el saquito a la cuerda. Llevaba las llaves por delante y el saquito por detrás. Lo tuve hasta los 22 años, que me acuerde (ese año estuve becado en Lisboa y recuerdo que todavía lo llevaba puesto). De los catorce a los veintidós años, entonces, como poco. Mi madre es cabuérniga. Remarco que lo que a ella le salió de manera me atrevería a decir que innata fue coger esa cachito de madera, meterlo en un saquito y colgármelo al cuello. Y yo que me dejé. De tal palo...
Queda pendiente una visita con los arqueólogos del Proyecto Mauranus a Carmona. En ningún sitio se come como en El Puente. De todas formas, creo que deberían llamar a Jesús García Preciado. Su teléfono se encuentra en el listín y es muy afable.
martes, 13 de enero de 2015
Enterramientos profilácticos en cuevas, cereales en saquitos y el Proyecto Mauranus
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3 comentarios:
Lo cierto es que los "antiguos" tenían muchos más conocimientos que nosotros a pesar de vivir en la "era del conocimiento",los aceptaban como buenos o los conocían, y el tiempo les ha dado la razón en muchos casos (remedios caseros, agricultura, observación-predicción del tiempo...) y en el caso de los muertos y nuestros cuerpos astrales.
Recientemente he leído el "
Conocimientos secretos detrás de los milagros El descubrimiento de la enseñanza HUNA" MAX FREEDOM LONG así como la visión científica de Fred Alan Wolf en "El yoga del viaje en el tiempo".
Todo para decir que el "yo astral" existe. Falta la ciencia que haga concordar todas las pruebas ya hechas, y nos haga aceptarlo.
__
Y0
No sé yo si estamos hablando de lo mismo ;)
Bueno, si falta la ciencia que haga concordar las pruebas... entonces no hay pruebas ni ciencia. Digo yo.
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