Ella.- El otro día vi pasar a una chica tapada entera.
Él.- Porque llovía.
Ella.- No, musulmana.
Él.- ¿Con burka?
Ella.- Los ojos sí que se le veían.
Él.- Entonces no lo era.
Ella.- ¿Musulmana?
Él.- No, digo que si se le veían los ojos no era un burka.
Ella.- Pero se le veían solo un poco, como por una rendija.
Él.- Los burkas llevan rejilla.
Ella.- Pues ésta rendija.
Él.- ¿Y los llevaba pintados o cómo?
Ella.- ¿Los ojos?
Él.- Sí.
Ella.- No lo sé. Pero sí me parecieron muy oscuros.
Él.- Eso es porque se echan una pintura que lleva mercurio. Se les queda apelmazada en los ojos.
Ella.- O porque los tenía oscuros.
Él.- También.
Ella.- Eso es lo de menos.
Él.- Ya, imagino que te impresionó verla.
Ella.- Sí. Llovía. Llevaba la tela pegada al cuerpo. Le costaba moverse. Imagino que hasta respirar. Es inhumano.
Él.- Habría que prohibirlo.
Ella.- Pero por otra parte por qué.
Él.- ¿Cómo que por qué?
Ella.- Sí, ¿por qué prohibirlo? Es su cultura. Nuestras madres se casaban con velo. Las monjas, las monjas ya sabemos qué. Todavía hoy las beatas se lo ponen para ir a misa. Hasta en las comuniones, las crías. ¿Por qué les vamos a impedir a ellas nada?
Él.- Toda forma cultural que atente contra la libertad individual debería erradicarse.
Ella.- ¿Y qué es lo que atenta contra la libertad? ¿Si la chica del burka quiere llevarlo, qué? ¿No es libre de hacerlo?
Él.- La libertad no es solo suya. Es patrimonio de todos. Y hay que cuidarla.
Ella.- Me quedo fría.
Él.- Lo que digo es que el Estado debe asegurar un mínimo común denominador de derechos y libertades a todos sus ciudadanos, incluso en contra del parecer de los propios ciudadanos. Y el burka atenta contra esos derechos y libertades.
Ella.- No importa lo que una ciudadana concreta, una ciudadana musulmana, crea o quiera.
Él.- No, no importa.
Ella.- ¿Y cómo es eso?
Él.- Si esa ciudadana quiere ser libre atentando contra la noción de libertad que blinda el Estado, no, no puede.
Ella.- Estamos hablando de un Estado occidental, es decir, de un Estado entendido en clave europea.
Él.- Lo mismo que la libertad. Pero que el Estado y la libertad hayan nacido en Europa no significa que sean menos universales. Al contrario, nacieron en Europa para el mundo.
Ella.- Para el mundo entendido en clave europea. A eso se le llama eurocentrismo.
Él.- No, de Europa para el mundo habitado por seres humanos.
Ella.- Para los seres humanos que responden a la noción de ser humano que acuña Europa, querrás decir. La Revolución Francesa, para ser más exactos.
Él.- El acercamiento al ser humano de Europa es una construcción, sí, pero el ser humano no.
Ella.- El ser humano no pero la noción de ser humano sí.
Él.- Eso es.
Ella.- ¿Y no crees que esa noción de ser humano tiene mucho de interesada?
Él.- Visto así, sí.
Ella.- ¿Entonces? ¿Por qué no van a poder los musulmanes adaptar esa interpretación del ser humano, incluso ir directamente a lo que es el ser humano y crear ellos su propia noción?
Él.- Claro que pueden, pero sin faltar.
Ella.- A quien, ¿a los europeos?
Él.- No, al ser humano. El ser humano, fuera de interpretaciones, es. Eso, lo que sea eso, es lo que hay que respetar.
Ella.- ¿Y qué se supone que es eso? ¿Qué es lo que constituye al ser humano? Y no me digas que la libertad porque entraríamos en bucle: incluso si admitiera que la libertad es y que es algo constitutivo del ser humano, no dejaría de ser cierto que la libertad además de ser es lo que resulta cuando la interpretamos, por ejemplo en clave europea y, por qué no, musulmana.
Él.- Más que la libertad a secas, lo que nos constituye es la libertad para elegir.
Ella.- O sea, que la libertad no radica en el ser humano, sino en el abanico de opciones que manejamos.
Él. Eso es.
Ella.- Y ese abanico entiendo que es social.
Él.- Aquí es donde entra el Estado.
Ella.- Y el Estado, ¿qué es?
Él.- El Estado es pura interpretación. Solo es cuando nos acercamos a él.
Ella.- Es un sinsentido, ¿no? ¿Cómo puede ser algo que solo existe si nos acercamos a él? Tendrá que haber algo a lo que acercarse, ¿no?
Él.- Sí, una ilusión. Una ilusión que une. Esa unión es el Estado.
Ella.- O sea, una meta inalcanzable.
Él.- Una ilusión por estar juntos.
Ella.- Una zanahoria... atada a un palo.
Él.- A veces sí. Tú no puedes pedir a una mujer que decida entre ponerse un burka y desaparecer o no ponérselo. No te digo ya obligarla. Pero aunque no la obligue el marido, aunque decida ponérselo, no es justo que pueda decidir ponérselo. Esa elección no debería existir. El Estado no puede permitir que esa elección exista.
Ella.- Lo que pasa es que para ti es más importante lo que las personas puedan elegir que la propia capacidad de elección de las personas.
Él.- Lo que sé es que aunque solo sea por egoísmo yo no puedo ir por la calle tachando gente: esta chica va con burka, la tacho. Aquí nos necesitamos todos. No podemos tener a gente desaparecida a nuestro alrededor.
Ella- ¿Ni aunque quiera?
Él.- No sería justo, no.
Ella.- A lo mejor es por eso, porque no puede, que se queda en casa, sin salir. Si fuéramos más tolerantes, a lo mejor si nuestra noción europea de libertad fuera más flexible, o si fuera compatible con otra, por ejemplo musulmana, ellas podrían sentirse más tranquilas y salir a la calle sin tanto cuidado.
Él.- Cualquier noción de libertad verdaderamente humana impediría que se pueda tomar la decisión de desaparecer. Pero creo que la pelea no es esa. Creo que por lo que tendríamos que luchar es por tener todos las mismas oportunidades para cumplirnos como personas y si hay entre nosotros personas impedidas por una tela, mal empezamos, empezamos con desigualdades y no puede ser.
Ella.- Si todo quedara en una tela. Como si los hijos de los ricos tuvieran las mismas oportunidades que nosotros.
Él.- Ellos van adelantados, sí.
Ella.- Pues a correr. Venga, termínate el café y vamos.
Él.- ¿Ha dejado de llover?
Ella.- ¿Y qué más da?
Él.- Venga, dale.
Ella.- ¿Cogiste el carrito?
SALEN DEL BAR
jueves, 26 de febrero de 2015
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8 comentarios:
1) Más tachaduras hace la televisión, y el fútbol, y los pañuelos azules de la semana grande. Menos se cuenta con esos. Yo, al menos.
2) Sería absurdo negar que el velo supone un muro. Pero me temo que ese muro separa más a quien está fuera del velo que a la que está dentro. Creo que ya una vez te conté como me di cuenta de eso.
Abrazos transoceánicos.
Cuenta, Hugo, cuenta...
Abrazos.
Me tengo que ir, Hugo. Todos los jueves a las cinco quedamos tres amigos para tomar un café y charlar. Te gustaría. A mí me tienen frito porque los otros dos tienen larga experiencia y yo soy bisoño, pero precisamente por eso aprendo mucho y lo paso bien. Tengo que marchar ahora si quiero comer y llegar más o menos puntual. Si escribes prometo publicar tu comentario mañana.
No, fue la experiencia de Gi hablando con una chica, más o menos de su edad, en la mezquita de los omeyas, en Aleppo. Gissela compartió con ella un rato, conversación a medias entre un perentorio inglés (o dos) y hábiles gestos. Se contaron sus vidas, le presentó sus tres hijos y Gissela les hizo fotos. Finalmente, mientras se despedían y Gissela daba besos a sus niñucos, ella, la chica siria, se cubrió toda ella con un velo que sólo dejaba ver sus ojos oscuros, no sé si de forma voluntaria u obligada. Cuando Gi se incorporó y la vio cubierta dio un paso para atrás, sobresaltada. La reflexión es suya. El velo es un muro, pero para mí, no para ella, dijo.
¿Se admiten cervezas, además de cafés? Si es así, y si se permite, me apunto un día de esos.
Más abrazos.
No, no, solo café. Estás invitado cuando quieras.
Abrazos.
¿Quién ha dicho que no se admiten cervezas?
Bueno, pues sí. Qué poco amantes de las tradiciones sois...
Un buen punto de partida para tratar este asunto podría ser este:
http://es.wikipedia.org/wiki/Ley_francesa_sobre_la_laicidad
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