martes, 24 de junio de 2025

Devenir nodriza

"Apenas quedaba ninguna cuando me llamaron. La habitación era una pieza estrecha y mal ventilada en la que se mezclaban el olor de la leche y el sudor. Había, incluso, salpicones blancos y espesos, y paños amontonados con los que los flujos lácteos se debieron de limpiar. En una esquina, sentado, un hombre enorme y basto, que parecía médico, se lavaba las manos en un balde. Una mujer mayor, también vacuna y corpulenta, me llevó al centro de la sala, junto a la luz de una gran ventana, y me desabotonó hasta abajo la blusa y el corpiño. Luego, de un tirón, los sacó fuera y bajó la falda y las enaguas arrollándolas hasta los pies. Ni siquiera me dejó las almadreñas. Salió por la puerta mientras, tras la pared, apenas a unos pasos, se escuchaba el gorjeo cansado de las últimas mujeres que esperaban, algunas en ayunas, desde la madrugada. Yo aguardaba allí en cueros, como un ángel, mientras el frío comenzaba a sonrojarme el cuerpo y las punzadas de la leche me obligaban a doblarme entera sobre mí. Entonces, sin mediar palabra, el hombre que parecía médico se me acercó y me papó la teta izquierda, de abajo arriba, de atrás adelante, como al ordeñar. Un chorrito de leche saltó sobre la mesa, haciendo que el hombre soltara un gran bufido. Era el primer sonido que le oía desde que llegué. Pasó al otro pecho y repitió idéntico patrón. Luego se fue atrás. Manoseó mis nalgas y mis muslos, los hombros y los brazos, buscando no sé qué. Me trasteó de nuevo allí delante, sobre la protuberancia de las mamas. (...) Por suerte, el hombre grande y tosco, que parecía médico, me tendió la falda y las enaguas, el camisón y el corpiño, todo hecho un gurruño. Se sentó en una mesa pequeña y garabateó con una pluma en un papel mientras yo seguía allí desnuda, tiritando, sin atinar a ensartarme siquiera las enaguas. Luego salí afuera. Mi aspecto debía ser de desaliño, pues me miraron todas de hito en hito. Busqué una letrina y vomité. Todavía tenía marcadas las manazas. Me dolía cada músculo de mi ser".

En el relato "El costado blanco de mi amor" (localizado en Vega de Pas) dentro del libro Cada lunes de agua (Fulgencio Pimentel, 2025) de Juan Montiel, pp. 63-64.

1 comentario:

Serrón dijo...

La descripción no parece corresponder al Dr. Madrazo. Es un relato con varias imprecisiones, como por ejemplo describir un "cascu" pasiego como no es (con soportales castellanos, por ejemplo). Quizá que no se le parezca (no hago yo al Dr. Madrazo un hombre grande, vacuno) sea una imprecisión más o es que efectivamente no está inspirado en él. Otra cosa es que el proceso de selección de nodrizas probablemente se pareciera más a este relato que a otro bucólico que se pudiera imaginar y no lo digo por decir: en la BUC se conserva documentación que parece confirmarlo.

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