mil, mil quinientos años de historia, los mismos que los de la mies
cuando nos cruzamos con la vecina que cuida de la iglesia
empiezan las novenas, anuncia
las mujeres entran por la puerta lateral y los hombres por el pórtico
ellos dentro de pie y las mujeres sentadas
cada una tiene su sitio y pregunto entonces a mi madre por el suyo
y responde con cierto rubor que ella también lo tiene
noto que duda con el tiempo verbal, ha estado a punto de decirme que lo tenía
pero dice que lo tiene, y estoy con ella
entrando, dice, en una columna que hay un poco a la derecha, así, y hace así con la mano, un poco por delante.
También se acuerda de cuando cría, agarrada a los tornos de los primeros bancos. Era donde se sentaban los críos. Los de ahora no los tienen. Los de ahora los pagó mi tío, dice, lo mismo que el tejado.
Seguimos caminando hacia casa. Nos está esperando mi padre para volver a Santander en coche.
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