Raquel y yo encontramos este texto en uno de los estupendos libros de Jesús García Preciado, la cuarta entrega, creo recordar, de su colección de cuentos de la tradición oral de Cantabria. Es el titulado "El pastor y la Juáncana", que dice así:
Un pastor, un día que llovía muchísimo, se refugió aquí en la cueva, donde la Juáncana guardaba las ovejas.
Y resulta que la Juáncana se puso a la puerta, tocaba la oveja que salía, y decía...
- ¿Es lana? ¡Lana es!
Entonces la dejaba pasar. La Juáncana, como solo tenía un ojo, no veía bien; así que, iba tocando, y volvía a decir:
- ¿Es lana? ¡Lana es!
Y dejaba pasar otra oveja.
Entonces, ¡como la Juáncana no le dejaba escapar!, el pastor, para poder salir, se metió debajo de una oveja grande. Tocó la Juáncana, y dijo:
- ¿Es lana? ¡Lana es!
Y la dejó pasar. Y así es como pudo salir el pastor. Él descubrió esa forma de escapar, sujetándose a una oveja grande.
Es un cuento recogido en el pueblo de Castillo, Ayto. de Arnuero, a un paso de Santander.
No se os habrá escapado que es muy parecido al mito de Polifemo recogido en el Ulises de Homero. ¿Influencia? Me cuesta creerlo. Quizá más acertado sería hablar de un sustrato paneuropeo, muy antiguo, que en Grecia dio lugar a la primera muestra de la literatura universal y en Cantabria no, pero, para compensar, aquí es un mito todavía vivo.
Qué os voy a decir, faltó tiempo para que Raquel y yo fuéramos a buscar la cueva del origen de la literatura. Lo hicimos en pleno verano, coincidiendo con la feria del libro viejo que en 2013 se celebró por primera vez en la plaza del ayuntamiento de Santander. Le pedimos a Paco Roales, librero y fotógrafo, que nos hiciera una foto con el móvil (con las que están hechas todas las fotos de la presente entrada). Paco puso el dedo en el objetivo y no salimos ni Raquel ni yo.
Éste es el monte:
Nos perdimos. No era por ninguno de estos caminos:
Al final nos sentamos a comer junto a una ermita que parecía ser escudo frente al monte:
Y con las pilas cargadas, nos aventuramos monte a través, hacia arriba:
En la cumbre, la cueva solo podía estar bajo nuestros pies:
La encontramos. Parecía estar esperándonos:
Dentro te sentías en una calavera:
En el suelo, cagarrutas de oveja. Suficiente. No esperábamos encontrar rastro de Ulises. Escapó hace miles de años.
La cueva se estrechaba y entraba en la tierra, mucho. Escribimos "¿Es lana? ¡Lana es!" (eslanalanaes) en una pelota de pin-pon que traíamos de casa y la lanzamos al interior. Oímos eco, la pelota rebotando. De pronto, un chasquido.
lunes, 10 de febrero de 2014
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2 comentarios:
Las últimas entradas son guapísimas. Andas inspirado, serrón
La explicación del sustrato paneuropeo compartido es muy bella. ¿Se sabe desde qué fecha hay constancia de la presencia de ese relato en Cantabria? Quizá resulte todavía más llamativo el hecho de que el que quizá sea el relato más difundido y versioneado de la Odisea (A lo culto, Homero > Eurípides > Ovidio > Virgilio > Góngora, y en la literatura picaresca, y en tantas lecturas escolares [ay, aquellos maestros rurales que sabían latín...]) haya dado la vuelta a la península para encontrarse consigo mismo y su cueva, sabiamente digitalizada, en un blog admirable.
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