El Gobierno de Cantabria cuenta con una Imprenta Regional que solo cobra a entidades públicas tinta y papel, nada más. Desde que se recrudeció la crisis, o desde que empezó a afectar a los políticos, son muchas las entidades públicas, casi todas, que recurren a ellos para imprimir sus papeles, si es que no los editan directamente en soporte electrónico. Es una medida inteligente. Se ahorra dinero y de paso se potencia un servicio público con mucho recorrido, si es que se decide apostar por él, como parece que se está haciendo.
Pero siempre hay alguno que no se entera.
Leo en El Faradio que Luis Salcines ha colocado en Cultura de la mano de Ibáñez, conocido poeta local, una colección de poesía, A la sombra de los días, se titula, que se va a llevar a la Imprenta Bedia, la más prestigiosa. La más cara, también. Están apalabrados diez títulos. El primero es de una periodista de El Diario Montañés. Se va a presentar en Gil. Estoy seguro que el proyecto nos va a salir a los cántabros por al menos 18.000 euros, que es lo correspondiente a un contrato menor. Los contratos menores son aquellos que puedes dar a quien quieras sin sacarlo a concurso público o sin tan siquiera publicitarlo.
Primero, creo que el presupuesto de cultura, al menos, debería decidirse mediante procesos participativos abiertos a la ciudadanía. No es humo. Hay ciudades españolas que lo están haciendo y me atrevería a asegurar que también regiones. De hecho, lo que es hoy la Fundación Santander Creativa tenía para mí que nació para precisamente esto, facilitar la participación ciudadana en materia cultural, pero poco a poco voy viendo que no, aunque no dudo que Marcos, su director, siga persiguiéndolo.
Segundo, no creo que lo público deba sacar una colección de poesía. ¿Por qué lo público tiene que pagarme lo que se me ocurra a mí o a otro?
Tercero, de sacar una colección así, no veo por qué una empresa (o una pléyade de autónomos).
Cuarto, de ser una empresa, no veo por qué no un concurso público.
Quinto, tampoco veo que tenga que andar por medio una imprenta privada, y la más cara (¿será que esta imprenta es la que pone cara al contrato menor y que por eso sea imprescindible?), cuando está al alcance una Imprenta Regional que lo puede hacer igual o mejor (Bedia es prestigiosa, pero no precisamente la mejor) a coste prácticamente cero.
Como yo lo hubiera hecho: si realmente hay producción poética de calidad (el primer inconveniente es saber qué es de calidad y qué no, y si trabajar en El Diario Montañés, por ejemplo, es suficiente prueba de valía) que no tiene salida no porque realmente sea poesía mala sino porque aun siendo buena las editoriales, que son muy tontas, no la quieren publicar, si realmente hay algo así, decía, que un funcionario se ponga en contacto con los autores, que cierre a coste cero un libro por autor (el que las editoriales no quieran publicar a pesar de su calidad) y que con todos los libros debajo del brazo, o en un pen, se vaya a la Imprenta Regional y pacte plazos y coste. Por la maquetación no van a cobrar nada y muy poco por la impresión (no más de cuatrocientos euros por mil doscientos ejemplares de ciento cincuenta páginas, y lo sé de primera mano). Es más, si de mí dependiera incluso evitaría sacar en papel más ejemplares que los destinados a las bibliotecas públicas (se cuentan rápido, desgraciadamente) para centrarme en internet, donde volcaría todos los libros para su descarga libre, como corresponde.
Pero es lo que yo haría, que ya peino canas. Salcines a lo mejor es que todavía es un poco bisoño.
viernes, 27 de marzo de 2015
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11 comentarios:
Estoy muy de acuerdo con el artículo, excepto en el origen de difusión cultural que se le atribuye a la Fundación Cultural Creativa en su concepción original. Yo creo que su procedencia, el alucinado y fracasado intento de competir para la clasificación de Ciudad Cultural (nos echaron en la primera ronda, después de gastar una pasta en carteles, vídeos, anuncios y ciberanuncios...) ya debería bastarnos para comprender que se trata de una entidad creada para que algunas entidades privadas Fundación Botín, Fundación Banco de Santander) puedan participar de las desgravaciones mientras las entidades públicas con las que comparten patronazgo (Ayuntamiento de Santander, Gobierno Regional) entregan dinero a cambio de propaganda y liberan de la gestión cultural al político de turno. La cultura, así, además de ser suplantada por un espectro monótono, hipster, modal y pseudocrítico sin interacción ni atracción social más allá de una elite de "iniciados" y de resolver la egomanía de una caterva de "creadores" encantados de reconocerse, se puede equipara a la gentrificación urbana más depredatoria. Lo de Salcines, Ibáñez y Solanas, en mi opinión, no es sino un modo más tosco de hacer lo mismo.
A priori comparto tus consideraciones, pero en este caso hay algo que se debe tener en cuenta. Se trata de una colección de poesía y lo normal, al menos en determinados medios poéticos y desde hace más de un siglo, es hacer de un poemario no solo una obra literaria, sino conseguir publicarlo en un soporte y un formato adecuado.
Sí es cierto que la edición digital se anuncia como el futuro de la edición. Se pone en duda la viabilidad del libro como objeto de papel, con diseño, color y olor. Sin embargo creo que la edición poética se merece otro trato. Son numerosos los poetas que han prescindido de cuidar el medio, de adecuar el soporte a las intenciones que tiene la obra, El resultado no es malo, los sobrevuela, es bastante peor.
Las ediciones que he organizado me han supuesto una fuente de sufrimiento cuando he acudido a otras imprentas. En cambio cuando he trabajado con Bedia lo que he tenido ha sido una fuente de trabajo. El grupo de profesionales que están allí se toman su trabajo con un interés distinto. La genética les pone tinta en las venas desde los tiempos de este Ateneo Popular y eso se nota.
En el pasado dirigí una colección (breve como todo lo interesante culturalmente de esta región) de libros de pequeño formato que fueron subvencionado, si no recuerdo mal en un 70% por el Parlamento de Cantabria. La única imprenta con la que planteamos la subvención era Bedia, lo que sí es cierto es que se llevaron a una convocatoria abierta de subvenciones y manejábamos un presupuesto insignificante.
Hasta donde llega mi experiencia si en Cantabria quieres editar un libro con garantía de que va a salir mejor editado de lo que uno mismo podría hacerlo, eso ocurre, hasta donde mi experiencia me lleva, en la imprenta de los Bedia. En las otras se podrán esmerar en cumplir fielmente los deseos del cliente, podrán incluso aconsejar con criterio profesional, pero no conozco otro caso en el que la imprenta vaya más allá de lo que haya expuesto el cliente.
La candidatura se pudo aprovechar para abrir el presupuesto de cultura a los vecinos, y no fue así. Se creó entonces una fundación que se pensó para atraer inversiones privadas que vinieran en apoyo de iniciativas públicas. Ni tan mal. Hoy la lucha está en no ceder, en no renunciar a lo mínimo, y lograr que se cumpla lo pactado. Pero me temo que estamos perdiendo la batalla. ¿Por qué? Porque iniciativas ciudadanas están surgiendo pocas y las pocas que aparecen son de escaso calado. Y segundo porque desde arriba se está ejerciendo mucha presión. El resultado puede ser el que indica el primer comentario: que las empresas fagociten la fundación y que la instrumentalicen en beneficio propio, un beneficio espurio. Pero yo me resisto a dar la batalla por perdida. ¿Qué hacer? Dos vías: nutrir a la fundación con propuestas interesantes, hacerlo desde abajo, y segundo, para los más ambiciosos, lograr que se pongan en marcha de una vez por todas presupuestos participativos, para lo cual esta fundación podría ser una herramienta muy útil.
Respecto a Bedia, creo que tuvieron su momento. Las publicaciones cántabras son de media baja en parte "por su culpa". La gente les lleva trabajos muchas veces por simpatía (para que se les pegue algo del prestigio de la empresa) pero los resultados demasiado a menudo no tienen un pase, siento decirlo. De los años cincuenta a esta parte han pasado muchas cosas.
Respecto a los libros electrónicos, todo es planteárselo: las revistas científicas, por ejemplo, solo se entienden en soporte electrónico. A lo mejor una colección gubernamental de poesía local también se debería entender solo en soporte electrónico, por economía, sí, pero también para ganar difusión, además de por coherencia (ya he visto los dos primeros números a la venta en Gil... libros por los que, como ciudadano, ya he pagado).
Tenemos opiniones tan diferentes sobre la Fundación de Fundaciones que no sé simerece la pena debatirlo. No sólo opiniones. También percepciones: parece que el objeto de estudio no fuera el mismo. Para mí, "abrir el presupuesto de cultura a los vecinos" requiere como primer paso la liquidación de la Fundación, la devolución a la política real (no a una máscara fundacional) de la gestión y el trato directo y público de las instituciones con las empresas privadas, si es que hay que negociar mecenazgos y colaboraciones. La igualdad que estableces entre esas supuestas presiones desde "arriba" (¿de más arriba? respecto a qué), desde la derecha y desde la izquierda me parece más bien un síntoma de que tu método de análisis se basa simplemente en tus simpatías por por las personas. Al parecer, cualquier crítica a la Fundación es injusta, ya que las personas que la dirigen son buenas, honradas, educadas y cordiales.
Y si viene una empresa y quiere poner dinero en el ayuntamiento, ¿dónde y cómo?
Y si el ayuntamiento pone en marcha una actividad que por los motivos que fuera genera beneficio, ¿cómo se gestionan éstos, desde dónde?
Quizá mi respuestas a estas preguntas te parezcan demasiado sencillas, pero no se me ocurren otras :-)
"Y si viene una empresa y quiere poner dinero en el ayuntamiento, ¿dónde y cómo?".
Hay fórmulas legales para hacerlo, si por 'poner dinero' te refieres a financiar o cofinanciar actividades municipales. Con desgravaciones y todo, por supuesto. Y, si faltan matices, se legisla. Y así el político de turno tendría que explicar el proceso, la idea, las condiciones y desarrollar el correspondiente debate público, etc, sobre cada caso, en lugar de desplazar el poder a una entidad no elegida democráticamente que lo mismo sirve para financiar un curso de doblaje que una campaña de bonos-descuento...
En este sentido, tengo que preferir lo de la colección de poesía de Cultura; es más fácil criticarlo (o defenderlo, en su caso) porque no está enmascarado con un aparato fundacional de propaganda.
"Y si el ayuntamiento pone en marcha una actividad que por los motivos que fuera genera beneficio, ¿cómo se gestionan éstos, desde dónde?"
Eso ya ocurre. Ninguna ley lo impide. Me remito a la respuesta anterior.
Lo que dices ya existe: son las fundaciones como la que dirige Marcos. Otra cosa es el uso que se haga de ellas.
¿Lo dices en serio? Entonces, vale. Un saludo.
¿Te has visto alguna vez en la situación?
¿En que situación? No entiendo la pregunta. Pero si se trata de cuestiones personales, quizá no sea este el sitio adecuado :-)
O sea que no, vale.
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