Después de haber leído las memorias del editor de Txalaparta tituladas Apología, me veo obligado a decir que nunca pensé que el juez Garzón pudiera tener tanta razón. El autor confirma que ETA es un entramado, a las claras, y que una librería o una editorial pueden formar parte del mismo. Que a él le parezca bien o mal es lo de menos (aunque en buena lógica su opinión no, pero sí las decisiones que tome a partir de lo que opine al respecto le podrían poner de camino a la cárcel, pero eso es cosa suya). Lo importante es lo que él confirma que es, y que porque es, es punible, lógicamente. Otra cosa es que a él no le parezca justo el hecho de que pertenecer al entramado de ETA siendo librero, editor o ejerciendo cualquier otra profesión sea punible, pero es que mira, ya es entrar en discusiones bizarras.
Dos (sí, no lo había dicho pero el párrafo anterior era el punto uno).
Esta misma semana he cogido del cajón de libros expurgados de una biblioteca pública cántabra el siguiente libro:
Es un libro intuyo que donado por un particular que lo estudió:
Lo estudió por (la violencia terrorista) y para (salvar su vida) algo (salvar su vida frente al terrorismo). Cuando el propietario dejó de sentirse amenazado dio el libro a la biblioteca, que tras expurgo he cogido y guardado yo como testimonio de una época que aparentemente hemos dejado atrás.
Leyendo Apología no tengo claro que el autor tenga claro que sean tiempos que hayamos dejado atrás, lo cual me provoca una honda preocupación.
Y tres.
Estoy leyendo un libro de Anjel Lertxundi titulado Este muro de hielo (Erein, 2018) en que se establece un paralelismo entre la relación de pareja que el protagonista está empezando y el recuerdo de la relación matrimonial de sus padres, la primera esperanzada, la segunda marcada por el maltrato del padre hacia la madre. Esta segunda es reflejo de la violencia a que ETA nos sometió a todos y la primera de una convivencia que se quiere en paz aunque lastrada por la violencia sufrida.
No sé cómo terminará.
En línea con otros autores vascos que empiezan a atreverse a escribir críticamente sobre la violencia de ETA (y también empiezan a ser por ello mismo vilipendiados, y si no fijaos en las críticas recibidas por Fernando Aramburu, por muy coñazo que sea, o incluso por el propio Kirmen Uribe) Anjel Lertxundi presenta el maltrato del padre hacia la madre como algo tolerado socialmente porque "algo habrá hecho para merecerlo", del mismo modo que muchos toleraban los atentados de ETA porque algo habría hecho la víctima. En el sostenimiento cuando menos de esa tolerancia activa, consentida o atemorizada hoy afortunadamente cuestionada (no, a la sazón, por el autor de Apología) el entramado de ETA definido por el juez Garzón y confirmado por el autor de Apología cumplía un papel fundamental, punible.
Memoria, no solo: muchos deberían hacer también examen de conciencia.
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4 comentarios:
Fue y en buena parte sigue siendo una sociedad enferma. Ojo, no digo que sea la única.
En próximas elecciones volverá a salir a flote.
Sobre el tema, que siempre me interesó de uno u otro modo, recomiendo muy encarecidamente "El bucle melancólico" de Jon Juaristi.
Hubo ahí una generación muy buena (Savater, Juaristi, Azurmendi, Montesino en Cantabria, etc.) que luego se ha dado en perder, aunque a mí Savater hay veces que me sigue gustando.
El nacionalismo ha mutado increíblemente en los últimos años. Se está convirtiendo en otra cosa a pasos agigantados. Habrá que ver si para bien o para mal. De todas formas es muy cómoda mi postura: "habrá que ver, habrá que ver", como si yo estuviera asomado al balcón. Primero, no lo estoy porque directa o indirectamente este blog de lo que trata, en último término, es de soberanía. Y en segundo lugar porque aunque este blog tratara de mariposas o de cualquier otra cosa que nada tuviera que ver ni con el nacionalismo ni con la soberanía ni con cosa parecida, como ciudadano me veo sí o sí interpelado por mi contexto y uno de los vectores de mi contexto es inevitablemente este nacionalismo de última generación que comento, por lo que no es posible quedarse mirando desde el balcón, y si lo creemos, si creemos que estamos asistiendo desde la barrera, o es porque somos unos cínicos y nos creemos hasta nuestras propias mentiras o es que somos unos pánfilos y alguien nos está engañando. Estamos dentro y somos tan responsables de lo que pase como cualquier otro.
Es un tema fascinante que no cabe en cuatro comentarios sueltos. Cierto que está mutando pero la base sigue siendo la misma, yo creo, que la primigenia de finales del XVIII. Incluso desprende ese mismo aroma el ¿movimiento?, ¿partido?, que ya mencionaste en otro post, Cantabristas. Es la vuelta a la identidad, "raza" si me apuras (aunque esto es tarea para 4 charlas y 5 libros), curiosamente cuando más globalizados estamos. Yo lo estoy viviendo desde hace unos años en Cataluña así que me estoy cociendo en su propia salsa.
Y coincido en lo de Savater, sigue mostrando destellos desde la caverna.
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