Al volver no lo hizo al valle ni a Santander sino a Madrid, al sur. Encontró empleo en un parvulario. Se compró un apartamento en una cooperativa. Me hizo sitio cuando bajé a estudiar. Si no hubiera sido por ella no habría podido hacerlo. Ella ya no vivía en Madrid pero bajaba por temporadas. Entonces coincidíamos y se ocupaba de mí.
Decía que en Francia ella había sido ama de llaves. Pero cuando planchaba los pantalones de hombre marcaba una raya en mitad. La de los señoritos. No lo debió pasar especialmente bien, cierto.
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