La lluvia deshilaba la tarde más
pintadas desleídas en las fachadas.
Hablando solo, otro señor más
la correa del perro extensible dada a todo lo que daba de sí.
Detrás pasamos despacio por un portal donde se oía la voz de una anciana que preguntaba desde el telefonillo que quién era.
Nosotros no.
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