Cuando nos tocó ser presidentes de escalera, recién comprado el piso, como suele ocurrir, las luces del portal se regulaban a mano. Había un reloj cuyas manecillas movías y te preocupabas de cambiar cuando correspondiera. El encendido y apagado de las luces se producía de acuerdo con lo que hubieras puesto. Nosotros cambiamos de sistema y pusimos uno automático. Va con el calendario, a la par que, se supone, las luces del alumbrado público de Santander.
Pero nuestro portal es oscuro y las luces se apagan a su hora pero antes de tiempo, no se ve, y se encienden también a su hora pero tarde, tampoco se ve.
El ojo que observa es determinante. Ya lo avanzó el físico Niels Bohr.
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